martes, 30 de octubre de 2007

Magia.

Fuerza inmaterial, positiva o negativa, que altera los seres y las cosas. Su presencia en la vida cotidiana de nuestro pueblo se expresa en innumerables creencias, actos y fenómenos, desde los mitos y ritos de sacerdotes, brujas y curanderas, hasta los juegos o suertes de diableros y el conocimiento adquirido en libros sobre el tema. Las artes mágicas tienen aplicaciones específicas identificadas por colores: tal es el caso de la magia blanca, para curaciones y beneficios; la magia negra, para perjuicios en general; y la magia roja, ligada a acciones violentas. La magia, a semejanza de la fe, es componente esencial de toda religión y culto.

Unos conocen la magia, conocen la magia roja, porque son de guerra; otros conocen la magia blanca, pero la magia blanca está ahí, en la Biblia, y ésa es lo puro bueno. Los que escogen la magia blanca escogen lo puro bueno (por eso le dicen la magia blanca).

La magia negra ¡pos es la mala!, y la magia roja es la de la guerra.

(Florencio Pedraza; Hualahuises)

La tía Paula, con la que vivió mi papá hasta antes de casarse, tuvo una hija que se vino a vivir a Monterrey donde puso unos billares y se dedicaba a trabajar con la magia negra. Llegó a ser de las personas más importantes. Vinieron a verla gentes hasta del otro lado. Llegó a hacer mucho dinero porque curaba, pero usando la fuerza de la magia negra. Como era prima hermana de mi papá, él acostumbraba visitarla mucho. Se llamaba Josefina. En el billar tenía una calavera debajo del mostrador donde se servían las cervezas (...) Dicen que para que una calavera de esas brinde suerte debe ser de una persona que haya muerto asesinada, porque supuestamente si lo matan antes de que se cumpla su tiempo de vida natural, entonces su alma queda penando hasta que llegue su día del juicio.

(Testimonio de Miguel Luna; Aramberri, en: Guillermo Berrones, Ingratos ojos míos, Miguel Luna y la Historia de El Palomo y el Gorrión: 76-77)

Véase: Bruja, Curandero, Diableros, Libros de magia.

jueves, 25 de octubre de 2007

Maguey.

Los hombres y mujeres primitivos de la región elaboraban con las puntas del maguey (Agave lechuguilla, especialmente) raspadores y agujas; también, con sus fibras y las de la palma (Yucca carnerosana) fabricaban utensilios de jarciería y cestería, objetos que formaban parte importante de su vida cotidiana porque eran utilizados en sus tareas de pesca y recolección o como probables ornamentos rituales. Por ejemplo, en cuevas de Coahuila, los arqueólogos han recopilado y estudiado hilos y cordeles, pelucas, asidores para objetos calientes, redes, bolsas, capas, mantos, faldas y otros tipos de vestimenta.

Los habitantes indígenas del actual noreste de México también utilizaron la planta como parte esencial de su alimentación –se ingería asada–, y como fuente de bebidas dulces o embriagantes (fermentadas). Siguiendo una reconstrucción de su aprovechamiento del medio ambiente, en un ecosistema tipo oasis (desierto-ciénagas-sierra), podemos precisar que de primavera a verano aprovechaban el aguamiel; de verano a otoño el quiote y la raíz; luego, del otoño al invierno se ingería aguamiel y mezcal, pencas asadas de la planta en barbacoa. Finalmente, en el invierno –o periodos de mucha escasez– se ingería el bagazo del mezcal.

La población nuevoleonesa, sobre todo en la zona sur-serrana, sigue aprovechando las plantas de este tipo en la construcción de sus casas, para formar con sus pencas canales de riego. También se usa como objeto funerario o elemento decorativo, como forraje para el ganado, en la preparación de aguardiente o la exquisita barbacoa de pozo; asimismo, se consume regularmente su aguamiel y el quiote tatemado.

En las zonas semidesérticas la talla de lechuguilla y la elaboración de productos derivados fue, hasta hace algunas décadas, una de las pocas y raquíticas –pero seguras– fuentes de ingresos. Hasta la fecha, en comunidades aisladas se recolecta y talla lechuguilla para fabricar objetos de ixtle como estropajos, escobetillas y cordeles (en caseríos de Iturbide, Galeana, Aramberri, Zaragoza, Doctor Arroyo, Mier y Noriega, Villa de García, Bustamante y Villa de Santiago).

La importancia pretérita de la lechuguilla en Nuevo León ha quedado registrada en un verdadero fósil viviente, un mito cosmogónico sobre la planta, el cual es, a la vez, todo un mito cultural.

La lechuguilla no se acaba, ésa existe por siempre porque ésa es la ayuda de la pobrería, es la ayuda. Cuando no hay trabajo las gentes se van a tallar, traen sus manojos de ixtle, y ya tienen con que ir a comprar (con eso). Eso sí, para eso es la lechuguilla. Por eso está; yo creo diosito mandó ese... esas lechuguillas, ahí, a los montes, pa que ¡pos nos mantuviéramos!, porque en los ranchos no había otros trabajos, sólo eso, todos trabajábamos en eso.

Nos vestíamos, nos... comíamos, y había veces que hasta nos sobraba feria.

(Juan Esparza Alvarado; Rayones)



–¿En qué ha trabajado usted?

–Puro tallar lechuguilla desde niño.

–¿Dónde venden lo que tallan?

–Más antes aquí en García, con el Sr. Pedro Lozano.

–¿Sí sale para pasarla?

–Sí, ahí sale.

–¿Sigue tallando?

–Sí.

–¿A cuánto pagan el kilo ahorita? [mayo, 1998].

–A $8.50 primero, y bajó a $7.50.

–¿Cuántos kilos talla usted diario?

–Cinco o seis, pero ya casi no hay, ahora casi no ha llovido.

–¿Hay más gente cerca de aquí que también talle?

–No, pues no. Tengo hijos y hijas en García, uno trabaja en la presidencia y otro en las huertas.

(Feliciano Nuño Gallegos; Villa de García)

Quiero contarles una leyenda que escuché de labios de la gente de Mier y Noriega, por allá tienen una leyenda sobre la lechuguilla que por aquí también la conocen: es una de las plantas que se da en las zonas desérticas o semidesérticas y tiene su leyenda de acuerdo a las tradiciones de esta gente.

Ellos platican que cuando no había todavía gente de color pálido como nosotros –porque por el lado de Mier y Noriega, Aramberri y Zaragoza había una raza media negroide, natural de la región, entrando a un terreno un poquito más o menos histórico–, hay esta leyenda que dice cómo fue que un dios bajó de los cielos para decirle a un indio cómo hacer para vivir y le prometió tres cosas: sustento, casa y cobijo.

En aquel entonces perseguía esta gente a pie corriendo los venados para cazarlos; los cazaban por cansancio, los cazaban los conejos también por cansancio, a pedradas, con un palo, con lo que encontraban a su paso. Sucede que un día, uno de tantos cazadores quedó aislado de todos los demás y por allí, en los pocos montes que hay pegados a la sierra, se aparece un dios y le dice:

–Muchacho.

–Dime señor, ¿de dónde saliste?, ¿dónde estabas tú?, ¿qué pasó?, ¿quién eres o qué?

–Yo soy un dios. Tuvimos una junta los dioses en el cielo y optaron por mandarme como enviado a decirte que tú serás también enviado a tu pueblo a decirle que yo vengo a ofrecerles techo, sustento y cobijo.

–¿Y...?

–Porque ustedes tan paseándose nada más, no hacen asentamientos humanos, son nómadas, cambian de lugar a cada rato, y eso nos está preocupando a los dioses. Necesitan ustedes ubicarse en lugares.

–No me lo van a creer.

–No, sí te lo van a creer. Ten la seguridad, yo te voy a apoyar.

Entonces de la nada sacó una lechuguilla, una planta de lechuguilla y le dijo:

–Diles a tu pueblo que lo siembren en las laderas de los cerros y que yo, que soy el encargado de reproducir la lechuguilla, tendrá reproducción suficiente para que ustedes tengan techo, sustento y cobijo.

Aquel amigo se fue loco de gusto y llega a su pueblo:

–¿Y saben qué?¡Me dieron esto! Me encontré un dios, se presentó conmigo, ¡por dios santito, miren hombre!

–No, no, no, ni por ese dios santito ni por todos los dioses te lo vamos a creer, tás loco tú, ¿de dónde arrancaste esa planta? Oye, por cierto que es bien rara, ¿esto dónde nació o qué?

–Nombre de veras, me dijeron que la pusieran allí hombre, allí en las laderas, allí donde hubiera más o menos humedad, allí va a crecer; yo sé lo que les digo. Yo vi al dios, él me la dio.

–¡Nombre, sácate!

No, pos aquél, es más, fue repudiado por su gente. Él se fue, pues no había más que hacer. Fue y muy tristemente hizo un pocito por allí, entre unas piedras; allí sentó la lechuguilla, le echó un puño de tierra arriba y empezó a llorar (decepcionado de su gente) y con sus lágrimas hizo que en cada lágrima brotara una lechuguilla. Se quedó asombrado, pero no por eso dejó de llorar y cada lágrima que derramaba aquel muchacho era una planta de lechuguilla que se reproducía. En sus ratos de ocio –porque él ya no volvió a la tribu– en uno de tantos días de coraje agarra un palo, le quita una hoja y le pega a esa hoja, porque tenía espinas, era lo peligroso, y le pega y le pega y entonces ve que tiene una fibra; saca unas cuantas fibras, las deja ahí tiradas. Pero a los pocos días que regresa vio que la fibra estaba todavía ahí y ya estaba seca; por no dejar, la toma y la empieza a hilar, la empieza a hilar, la empieza a hilar y ya tenía un cordoncito, un cordoncito que fue creciendo, lo dobló, fue creciendo en grosor también, lo volvió a doblar y vio que tenía suficiente resistencia. Para entretenerse fue y cortó una vara por ahí, echó un nudito por un lado, echó un nudito por el otro y luego le dio la restirada a ver qué onda; ahí ya hizo un arco, con él se entretenía y entre más lo ajustaba, tuum, tuum, tuum, un sonido musical con el que se entretenía (algo tenía que hacer, andaba solo). Tuvo entonces hambre y pos cortó otra vara y se fue a perseguir un conejo. Ahí va a la carrera, pero pos no, no pudo alcanzarlo; total, no iba a comer ese día. Para no dejar y por entretenerse pescó aquella varita con los dientes, hizo una ranurita, enderezó bien la varita, la puso allí y empezó a jugar: ¡fuit! ¡ah!; tons se fijó que llegaba lejos y le estiró más: ¡fuit!, y ahí iba a buscar el palito, ¡fuit! y dijo “no pos ya la hice”. Pos con los dientes también empezó a sacarle punta, y entonces sí, volvió a pasar un conejo; no staba muy fogueao –entonces no había armas de fuego, aquellas que: pum, pum, pum, pum, pum, y no vuelves a ver un conejo nunca. Agarró puntería y le pasó cerquita, dijo “no, entonces sí lo alcanzo, voy a practicar”. Y en una palma empezó a practicar y a practicar y a practicar y a practicar, hasta que dominó aquel aparatito que había inventado. En una de tantas alcanzó un conejo y dijo “tenía razón el dios, ya tengo comida, ya tengo sustento” (se estaba cumpliendo una de las promesas del dios). Fue y arrancó más hojas y las puso a secar, y entonces juntó bastantes cordoncitos y para no dejar se puso a tejerlos; hizo el primer costalito y se cubrió con él porque empezaba ya la temporada de frío. Se cumplía otra de las promesas del dios: tenía cobijo; y para no dejar, siguió haciendo costales, cortó cuatro o cinco varas, las puso en forma de cono, las cubrió con aquello, y ya tenía también cobijo, techo; tonces se sombrió ya en ese árbol, en ese, en eh, en esa choza que hizo, vaya, improvisada.

Alguien lo echó de menos en la tribu, alguien dijo: “¿Dónde está el loco aquél, no volvió, se habrá muerto? –dijo–, habrá que buscarlo porque es temporada de cambiar, es temporada de irnos de este lugar para donde haya más cacería, donde halla más comida, donde halla más fruto, donde halla más sustento”.

Y lo encontraron a aquél dormido muy cobijadito, a la sombra y bien harto, y con tres o cuatro conejos muertos para prepararlos a la hora que fuera. Entonces aquellas gentes dijeron: “¡Mira! Es cierto lo que los dioses dijeron, es cierto lo que él decía, y nosotros bola de brutos pasando hambres porque no le entendimos lo que el decía”. Entonces lo hicieron no jefe de la tribu, desde entonces fue el gran chamán, el gran brujo. El que enseñaba a los demás a tener techo, sustento y cobijo.

(Anastasio Carrillo Guajardo “Tacho”; General Terán)

Véase: Mezcal, Sotol.

sábado, 20 de octubre de 2007

Mal de espanto.

Alteración física y emocional acentuada, sobre todo, en los niños. Se origina a raíz de una fuerte impresión o susto causados por un suceso inesperado, éste puede ser el encuentro repentino con un animal, presenciar un accidente o tener una visión inexplicable. Su cuadro sintomático es: falta de apetito, tristeza, ensimismamiento, inquietud repentina y temores. Al igual que el mal de ojo, no es reconocido ni tratado por la ciencia médica, por lo que la misma comunidad prescribe para su alivio “limpias” con oraciones, albahaca, huevos, piedras de alumbre, pirul, rosarios y crucifijos manipulados a lo largo de todo el cuerpo en forma de cruz.

A mi hermano lo curaron de espanto porque iba caminando por el arroyo, para la casa, cuando pasaron bastantes caballos que lo asustaron. Llegó llorando a la casa, pero después mi abuelita lo curó con poleo y también con un huevo. Lo curó hasta que pasaron varios días, se compuso, y ya no lo volvieron a asustar.

(José Rafael Bazaldúa Lamas; Iturbide)

Antes curaba yo de susto y echaba rifas, pero ya desde que vinieron esos de los aleluyas [protestantes] me dijeron que eso no era bueno, que no anduviera haciendo eso porque no era bueno y lo dejé...

Barría a la gente con tres padres nuestros y tres aves marías, y Dios te salve, casi siempre empezaba: “Por esta cruz perdida donde fue derramada la sangre de Cristo, aquí curo susto y espanto y suspensión del corazón, que se espante el susto”; con la persona que fuera hacía eso tres veces, tres noches.

(Dora Elia López de Salinas; Melchor Ocampo)

A mí mi abuelita me curó de espanto, yo andaba afuera cuando se me apareció una chiva, entonces me metí para la casa y le dije a mi mamá, porque me asusté; luego, para curarme, echaron una piedra lumbre amarrada con poleo: me barrieron. Entonces me dijo mi abuelita que echaron la piedra a la lumbre; así es, la mete usted a la lumbre y... y ya cuando dure una hora en el fuego la saca, hasta que esté ardiendo, y ahí sale formada la figura que lo asustó a usted.

(Carlos Manuel Escobedo Arredondo; Iturbide)

Véase: Curandero, Espantos, Revolución del agua, Tejón.

lunes, 15 de octubre de 2007

Mal de ojo.

Denominación dada a un conjunto de síntomas sin causa aparente: dolores de cabeza, sopor, vómitos, temperatura; en el caso de los niños, llanto persistente. Desde la perspectiva médica institucional su existencia no tiene justificación; sin embargo, la gente aclara que se pone mal de ojo por medio de la observación. Entre las formas efectivas para contrarrestarlo se encuentran las oraciones, realizadas al mismo tiempo que se barre y santigua el cuerpo con hierbas, ropa, huevos. Para protegerse de la enfermedad se porta el llamado “ojo de venado”.

Preventivos: una cuenta de azabache, un ojo de venado o huesitos de serpiente de cascabel al cuello de la criatura, a manera de collar con un “chocho” al centro, enhebrado en hilaza roja.

(Manuel Neira Barragán, La medicina popular y la brujería en Nuevo León y Coahuila durante los siglos XVIII y XIX: 18)

Cuando estaba enfermo de eso, con un vestidito del niño decía yo: “En nombre de Dios y la Santísima Trinidad, que se retire la mala tentación de quien le haya hecho ojo”, y le rezaba el rosario.

(Dora Elia López Salinas; Melchor Ocampo)

Pues sí, hay algunas gentes que tienen muy fuerte el ojo, y ¡pos a veces! hay algún animal que ven por curiosidad, perro, gato o gallina, pero no lo agarran y le hacen mal de ojo y se mueren. A mí me ha tocado ver a este señor Luis, es tío mío... Él tenía un caballito al que le hicieron ojo, tendría tres o cuatro días el animal y se le murió. Pero no se dieron cuenta ellos que le habían hecho ojo.

También se les puede hacer ojo a las cosas, yo tenía una lamparita chiquita y un muchachito le hizo ojo, se deshizo el tubito... se quebró de a tiro; y es que le gustó la lamparita y no me la cogió...

Y es que algunas gentes tienen mucha electricidad en la vista, o sea, que cualquier cosa que se les antoje agarrarla y no lo hacen... Porque muchas veces tanto al niño que le hacen ojo como a la persona que hizo el mal les duele la cabeza, los dos se sienten mal.

A mí me platicó una señora, que es muy buena para hacer ojo, que a ella le dijeron que para que se le acabara esa fuerza que tenía en la vista (esa electricidad) mirara al sol de frente en la mañana; que al tiempo que sale el sol lo viera de frente todo lo que aguantara, que con eso se le acababa la fuerza que tiene.

(Refugio Flores Peña y Tomasa Flores Moreno; Villa de Santiago)

miércoles, 10 de octubre de 2007

Mala hora.

Instante en que concebimos la presencia del mal. Se manifiesta como una influencia negativa en la gente: alteraciones fisiológicas, miedo, desasosiego, temor a “malhorearse” y sucesos violentos ocurridos en el transcurso de aquellos minutos del día en que se presiente. Algunas versiones la sitúan a las 12:00 horas y al momento del ocaso, pero son reiterativas aquellas que la ubican a la medianoche. Es sinónimo de tragedias y del diablo.

Había un instante nombrado la mala hora... que era cuando pasaba la mala hora o la malhora; ese es un momento, al tiempo de ponerse el sol, que también llaman la hora de la oración (porque cuando se metía el sol era tiempo de la oración). Pasaba la mala hora y algunas gentes sí se malhoreaban.

Según esto, la malhora le entraba a uno en forma de roña o de una clase de roncha. Le empezaba a dar comezón, ¡ay!, y empezaba usted a hacerse de una roncha...

Sí, mucha gente se malhoreaba, mucha gente se enfermaba de eso y dicen que era por la malhora; algunos ¡hasta se iban al hoyo [tumba] con una mala hora!

Eso sucedía cuando faltaba tantito pa la noche, al pardear, en la tarde...

Pero... había gentes que tenían conocimientos y se quitaban la malahora con algún credo, con algún rezo o con alguna oración... También con tierra la curaban, le echaban tierra a los enfermos: se la untaban y se les pasaba el mal, pero yo creo que eso sería cuando la malhora no era muy pesada, cuando era leve.

Cuando era cosa... cuando era cosa pesada sólo la podía curar gente que en aquellos años nombraban curanderas, un curandero o una curandera. Ésos venían y le hacían su remedito, le rezaban alguna oración, algún credo, y lo barrían. Lo barrían con algunas ramitas, y ya.

(Gregorio Gámez Villanueva, Magdalena Tobías Villanueva y Heriberto Estrada Rodríguez; Mier y Noriega)

Sí se oye, ¿verdá?, dicen que sale entre las 12:00 y la 1:00, ¿verdá?, Sale... ya sea en la noche o en el día. Esa es la malhora que sale, ¿verdá?, y creen que es el espíritu malo, que es Satanás...

Sí, dicen que a las 12:00 sueltan al diablo y a la una lo vuelven a recoger... dicen, quién sabe si será cierto.

(Carlota Álvarez de Avendaño y Blanca Esther Aldape; Linares)

Véase: Diablo.

viernes, 5 de octubre de 2007

Mal puesto.

Sinónimo de embrujo.

Véase: Brujos, Embrujamiento, Emplazamiento, Enyerbado.