jueves, 20 de diciembre de 2007

Juan Oso.

Personaje legendario cuya apariencia corpulenta y velluda lo asemejaba al plantígrado. Según la leyenda, es hijo de un oso y de una mujer. Su madre, siendo presa del animal, permanece encerrada en una cueva, donde nace Juan, hasta que se escapan o son rescatados por unos cazadores. Después de huir, madre y crío se incorporan a la vida cotidiana de un pueblo, pero muchos adolescentes se burlan de la apariencia tosca y peluda del joven, llamado Juan Oso, actitud de desprecio superada por éste mediante golpes y pruebas de fuerza física ante los demás. La historia se narra a manera de cuento o como un suceso real, especialmente en comunidades serranas. En Montemorelos hay un indigente de casi cien años que ostenta su apodo y es parte viva de la leyenda.

Nos decía güelita que era una señora, no, más bien una muchacha que vivía con su papá, muy lejos, y que la mandaban a cuidar vacas, hasta que salió un animal y se la robó: un oso. Se la llevó a una cueva y la encerró, y que... a ella casi no le gustaba vivir allá porque estaba muy lejos en la sierra y le daba miedo.

Y que... luego la muchacha tuvo un hijo que era mitad de oso y mitad de hombre, y se llamaba Juan Oso.

Pasó el tiempo y cuando estaba más grande la muchacha quiso escapar con la criatura, porque ella no quería comer carne cruda de los animales muertos, pero el oso estaba espiando.

Al fin se escaparon... Juan Oso y la señora alcanzaron a rodar la piedra que tapaba la boca de la cueva, y se salieron y vinieron a dar con el papá de la mujer.

(Rosario Flores Peña; Villa de Santiago)

El niño fue creciendo y fue creciendo, entonces había una escuela ahí en el pueblo, y ya le dijo el abuelo, el papá de la muchacha: “Vamos a llevar al niño a ver si lo matriculas, lo matriculas ahí en la escuela, a ver si lo quieren”.

Y pos sí, sí lo admitieron; ya estaba grande de edad pero sí lo admitieron. Bueno, y el muchachito bien aplicado, muy inteligente. Nada más que ¡pos todos los muchachos se reían mucho de él porque estaba muy pachón [gordo, peludo] de acá de los pies! Se reían mucho de él y a él le daba mucho coraje. Entonces un día le dijo a la maestra que los muchachos se burlaban mucho de él, y la maestra preguntó:

–¿Dime quién y quién se burla de ti?

–Todos, hasta las niñas se burlan de mí.

Y entonces les dijo la maestra a los niños, les dijo que no se anduvieran riendo de él, que tenía un defecto, pero... pues era gente como uno.

¡No! los muchachos como quiera siguieron burlándose, entonces él les dijo cierta ocasión, les puso en conocimiento:

–Miren, yo no quiero pelear con ustedes porque yo sé que les voy a hacer un daño grande, es mejor que no... que no me hagan ningún mal, no me hagan desesperar.

Pero los niños como quiera siguieron jode y jode, hasta el muchacho más grande de todos decía:

–¡Nombre! ¿Pos qué nos puedas hacer? ¡Yo soy de tu tamaño!, yo estoy de tu tamaño, si quieres vamos a jugar unas guantadas [luchas]. ¡Nombre, no me sirves para nada! –le decía el muchacho aquel.

Y ¡no pos... siguió insistiéndole, buscando pleito!, hasta que ¡no, pos el Juan Oso lo agarró y lo aventó, lo volvió a agarrar y lo volvió a aventar!, y le dijo:

–¿Quieres más?

Y ya nomás con eso que le hizo a ése ya los otros no le dijeron nada.

(Hipólito Reyna Sánchez; Linares)

Hermelinda Escobedo, de 59 años, contó historias sobre osos, específicamente la historia de Juan Oso, cuento registrado desde hace siglos en Europa. Sin embargo, para ella no era cuento; situó el secuestro de una muchacha por el oso en Loma Alta, un ejido vecino, para finalmente señalar que el fruto de esa unión era un anciano de Montemorelos al que llaman Juan Oso (a este último señor lo conocemos, es un anciano indigente que recorre las calles del municipio).

(Cristóbal López, “Notas de campo”, Montemorelos, 13-V-1997)

Véase: Nagualismo, Oso.

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