domingo, 30 de septiembre de 2007

Manda.

Cumplimiento de una promesa hecha a alguna figura religiosa; generalmente consta de la visita a un santuario, una peregrinación o una serie de rezos.

martes, 25 de septiembre de 2007

Manflor, a o Malflor, a.

Véase: Hombre-mujer.

jueves, 20 de septiembre de 2007

Mariposa negra.

La entrada de una mariposa negra en la casa anuncia la muerte de un familiar; para conjurar este peligro se acostumbra matar al insecto o expulsarlo. Es superstición de origen prehispánico y casi se conserva el nombre náhuatl del animal: papalotl: papalote.

Yo creo son creencias porque antes, ya hace muchos años, tenía uno la creencia de que cuando veía una paloma negra decía “¡mátala! o ¡sácala!, porque ésa anuncia muerto”.

Y ahora ¡hay muchas palomas!, cada rato vienen aquí. Le digo a Polita: “Fíjate que antes la creencia era que esos animales anunciaban desgracia”. Esa era la creencia.

(Hipólita Coronado Rojas; Villa de García)

–¿Y de la mariposa negra?, pues llegamos él y yo, no estaba Ticha, no había nadie. Llegamos en la noche, ¿verdá?, atardeciendo, y hasta en la mañana la vimos, fue en la mañana cuando la vimos.

–¡Ora!, el bote donde estaba encerrada esa mariposa tenía jabón, fab, detergente. Ahí se metió y mamá nomás le puso la piedra arriba pa que no se saliera. Entonces preguntó él “¿y esto?”, y dijo ella “ahí la tengo encerrada –dijo– ahí se metió, nomás la tapé, ¡nombre! ya tiene muchos días, ya tiene varios días, está muerta”. Y se miraba muerta.

–Haz de cuenta disecada, y... ¿quién la echó pa fuera? ¿Yo, verdá?

–Usté, usté quitó la piedra, usted le quitó la piedra al bote...

–¡Pos al cabo staba muerta!, pero al quitarle la piedra a la boca del bote la mariposa se volteó y voló, hasta dijimos “¡estaba viva!”.

–Sí, dijimos sorprendidos “¡está viva!”. Se fue, se fue volando, y mamá no dijo nada, pero a los pocos días murió.

Platicando se acuerda uno, me acuerdo de Carmela, me platicó una cosa también de su casa, pero hace muchos años de eso, cuando vendía tacos su esposo Roberto, ¿verdá?, tenía una hachita de esas como la que usábamos nosotros también (cuando vendíamos tacos), estaba bien afilada y siempre la tenían colgando por ahí.

Y que una noche llegó una paloma, fíjense, se paró en la ventana y luego se metió pa dentro de la casa de Carmela. Entonces dijo Carmela: “Pues sea pa bien o sea pa mal”, y que la agarra a puros hachazos, pero ¡nunca le podía pegar! Nunca le podía pegar, ahí andaba echándole maldiciones y tirándole hachazos, al mismo tiempo que decía: “Te tengo que matar, sea pa bien o sea pa mal, pero yo te vo a matar”. Hasta que la hizo pedazos; dice Carmela: “Y la maté, fue pa bien o fue pa mal, pero yo la maté”.

(Juan López García y Manuel López García; General Terán)

Véase: Agüeros

sábado, 15 de septiembre de 2007

Mezcal.

Denominación genérica con la que se conoce a las bebidas alcohólicas obtenidas de algunos agaves o magueyes. El origen de la palabra es náhuatl y significa “maguey asado”: metl: maguey; izcaloa: asar. Naturalmente, el nombre se refiere a las pencas asadas del maguey que fueron un elemento importante en la dieta de los pueblos prehispánicos.

Con la introducción del proceso de destilación en América y el descubrimiento del aguardiente de maguey, éste tomó por extensión el nombre de mezcal. En el noreste su producción y consumo suele ser artesanal e ilegal, en caseríos aislados de la sierra, razón por la cual es un producto marginado de los circuitos de distribución establecidos y del mismo consenso público. No sucede aquí lo que en otras regiones de México como Oaxaca, cuyos destilados han trascendido internacionalmente debido a su calidad, pero también por estar ligados a una vigorosa cultura popular y, desde luego, a un importante circuito turístico.

De todas maneras, la bebida está presente en la vida cotidiana de nuestros municipios de montaña. Se le halla presente en reuniones diversas: pláticas, bautizos, cumpleaños, bodas, parrandas, carreras de caballos, incluso en los velorios. La gente le atribuye virtudes medicinales (“para todo mal: mezcal...”) y es un atenuante del frío y el cansancio.

El mezcal de la sierra de Aramberri se distribuye regularmente en ciudades como Montemorelos, sitio donde aún se obtienen botellas de la bebida elaborada en comunidades del municipio de Rayones. En Linares se obtiene el destilado en La Chona (Aramberri) o el procedente de comunidades tamaulipecas, mientras que en el área de Villa de Santiago se puede conseguir el manufacturado en localidades como Laguna de Sánchez y Rincón del Salto. En Bustamante la bebida sigue produciéndose legalmente.

Durante mucho tiempo el mezcal fue la bebida alcohólica que predominaba en la región sur-serrana de Nuevo León, y su importancia como actividad económica por excelencia, que realmente capitalizaba, se refleja en el conocimiento que de su elaboración tienen algunas personas mayores de Iturbide y Aramberri, para quienes es, incluso, un producto de orgullo local.

Nosotros hemos trabajado maguey que está en sierras, sierras pelonas y sierras sombrías, y hemos notado que el maguey que está sombrío... que el maguey que está sombrío sí da mezcal, pero da menos, nosotros anduvimos cinco años en ese trabajo...

(Juan Espinoza Castillo; Iturbide)

Casi siempre y hasta antes de que surgieran los adelantos tecnológicos en México, el ranchero se reservaba un peso para la compra de una bebida alcohólica llamada mezcal, la que era surtida en gran parte de la sierra de San Carlos, Tamaulipas y que era vendida en «topo», o sea, el equivalente a la capacidad de una coca-cola chica, con un precio de 20 centavos. Tal porción era suficiente para pasar una noche en vela, sirviendo de pretexto para reunirse, ya sea en el casco de la ranchería, en un baile o en algún otro lugar cercano a las casas. No quiero pasar por alto la alusión a la afición a la bebida de referencia que en múltiples ocasiones trajo a relucir viejas rencillas, que en no pocas veces degeneraron en hechos trágicos o de sangre, que en forma sistemática han enlutado los hogares de la gente ranchera del municipio de General Terán, Nuevo León.

(Florentino Martínez Cantú, “Costumbres y tradiciones de los habitantes de General Terán”, en: Colectivo, Tradiciones y costumbres de Nuevo León, 1995: 61).

Véase: Maguey, Sotol.

lunes, 10 de septiembre de 2007

Mezquite (Prosopis laevigata).

Árbol típico de las zonas áridas y semiáridas de México. Aparece en el habla campesina y la lírica tradicional como un símbolo de la geografía y población norestenses; metáfora de probables raíces prehispánicas, ya que el fruto de sus vainas era fundamental para la alimentación de las etnias que habitaron la zona (los documentos coloniales registran una tribu de indios llamados Mezquite). En algunas comunidades se conservan vestigios de una visión mística en torno al mismo; por ejemplo, en un rancho de Sabinas Hidalgo existió una pareja de ancianos que le rezaban regularmente a uno de estos árboles. En el ejido San Rafael, de Mier y Noriega, la fiesta de la Santa Cruz giraba en torno a un mezquite que con el paso del tiempo sufrió la mutilación de sus ramas para dejar la forma de una persona crucificada, figura alrededor de la cual se construyó una pequeña capilla.

Su madera es apreciada como combustible (elaboración de leña y carbón), así como para la realización de diversos objetos, desde algún cáliz y puerta para iglesias, hasta bancos y canoas (pilas de agua) en localidades de la sierra. A sus ramas y vainas también se les conciben virtudes terapéuticas.

Algunas personas creen que atrae los rayos; otras, que reverdece con la sequía.


Entonces sentí la caricia fresca de la sombra de un árbol y me di cuenta de que, efectivamente, allí a un lado de la tumba, crecía un añoso y retorcido mezquite, con el tronco ya grueso y cuyo follaje daba sombra y protección al lugar. Se ignora si una mano piadosa lo plantó allí o nació de una semilla llevada por el viento y que, en forma casual, fue depositada junto a los restos de aquellos tres valientes [los generales norteños: Pablo González M., Ernesto Aguirre, José Carlos Murguía].

El sepulturero lo explica así: “Tal vez, como ellos anduvieron tantos días por el monte, en su ropa o en sus zapatos agarraron la semilla y, al ser enterrados, se cayó y quedó sobre la tierra; la lluvia, el sol y sobre todo Dios, hicieron lo demás”.

(Victoria Von Hersen, “Una tumba para tres generales”, en: La sonrisa de la historia: 206)

miércoles, 5 de septiembre de 2007

Monitos.

Fetiches pequeños con figura humana que se realizan de diversos materiales como madera, lodo, cera, tela; son comunes en la tradición brujeril de la región y el temor que se les tiene ha generado múltiples historias acerca de su uso y correrías. Generalmente se les clavan espinas y agujas o se les realizan mutilaciones y deformaciones varias. La relación mágica entre los monitos y las personas se logra porque los primeros están hechos a imagen y semejanza de individuos específicos o porque a los fetiches se les colocan fragmentos de ropa, cabello o fotografías de la persona a quien se desea daño. Además, los monitos de tela aparecen como auxiliares de los diableros; pueden cobrar vida si se les invoca para atender solicitudes de dinero, mujeres o suerte en el juego (General Terán), o adquirir movimiento para realizar tareas cotidianas como acarrear agua (Hualahuises).

En el municipio de Doctor Arroyo fue famoso hace unos años el caso de cierto monito que fue encarcelado y hasta fusilado por las autoridades.

Varios habitantes de una ranchería acuden ante la policía municipal para denunciar que algunas personas de la ranchería vecina, donde es común la práctica de la brujería, se dedican a azuzarlos por viejas rencillas territoriales a través de sustos y maldades. Como testimonio presentaron un monito de trapo de unos 20 centímetros, similar al de un vudú haitiano, con alfileres clavados en todo su cuerpo. La policía rural dijo a los quejosos que no es posible ejercer acción contra nadie y lo único posible es detener al monito. El monito permaneció una semana en prisión.

El fetiche encarcelado se convirtió en la principal atracción del pueblo y fue motivo para que se desencadenaran todo tipo de historias en torno a él. Durante esa semana la cárcel de Doctor Arroyo registró el mayor número de visitantes, ya que hacíamos fila para conocerlo.

(César Jaime Rodríguez, “El monito, historia de una historia colectiva”, en: Vestigios, Num. 2, Invierno 1995-1996: 10)

Nombre, allá en el rancho de donde son mis abuelos el monito ya se aparecía desde hace mucho, atravesaba todo el rancho, pero el monito no era como se ve ahorita, era un monito gigante, como de tres o cuatro metros, y dicen que asustaba a todos los que se encontraba, hasta que un día le dijeron al comandante, aquí al de la rural, que fuera a atraparlo, y llegó el comandante al rancho junto con otros rurales y lo estuvieron esperando a ver si salía, y ya en la noche llegó a avisarles una señora, de las que viven en las primeras casas, de que ya se veía la sombra del monito, y que nos vamos todos hasta el panteón a esperarlo allá, y que nos escondemos, y ya cuando iba entrando el monito que nos salimos del escondite y que grita el comandante “¡listos!”, y que salen todos los rurales con las armas apuntándole, y que el comandante grita “¡fuego!” , y ya cuando le iban a disparar, que todas las pistolas como que se traban y ninguno pudo dispararle, y el monito seguía avanzando, y que al comandante se le ocurre sacar un escapulario o una medalla que traía, y empieza a avanzar enseñándoselo y creo que también iba rezando algo, y cuando el comandante se le iba acercando el monito que se empieza a hacer chiquito, y caminaba más y se hacía más chiquito, hasta que se hizo del tamaño que está y ya luego se lo trajieron para acá, para la cárcel.

(Ignacio; Doctor Arroyo)

Véase: Bruja, Embrujamientos.