domingo, 30 de diciembre de 2007

Jabalí (Pecari tajacu).

Mamífero reconocido por su fuerza y salvajismo, cuya carne es tenida en alta estima por campesinos y cazadores. Se preserva la costumbre de guardar o utilizar sus colmillos como pieza de ornamento o para la buena suerte (en forma de dijes). En General Terán era estimado el tono de la tambora revestida con su piel, y en Hualahuises elaboran adornos con sus extremidades.

Aquí en El Potrero había de esos animales que le digo y el jabalí, pero desapareció el jabalí por las pedreras, por tanta gente que va a las grutas y todo eso.

Y es que al animal le gusta la quietud, aunque es muy grande El Potrero. Aquí por la carretera a Valle Verde, allí en todo eso todavía hay jabalí. Papá iba a La Pachona, un rancho que está de San José para acá, de San Jorge para acá (de allí es nativito el jabalí); una vez trajieron de ese lugar, él y otro amigo, 16 jabalines muertos y uno vivo, chiquito.

Su carne es como la carne de puerco, nada más que al abrir el animal, después de muerto, es como el conejo o la liebre, hay que quitarle la hiel, o algo así; algo que trae, porque si eso se llega a reventar le apesta toda la carne a campo, huele muy feo.

El macho siempre trae hembras y jabalines chicos; el macho grande le hace frente al cazador.

(Álvaro Sepúlveda; Villa de García)

Los jabalines son pa comer ¡son bien sabrosos! su carne es como la del marrano. Había gente que a los jabalines les ponía lazos en las cuevas, les ponían lazos y luego les echaban los perros. Llevaban perros y cuando los jabalines salían a aporrearse con los perros, se lazaban, se lazaban en las puertas de las cuevas. Se ponían bien bravos, pero como quiera los mataban, les daban golpes en la cabeza, les daban con un palo en la frente ya amarrados.

También los mataban a balazos, ¡pero bien bravos que son, bien bravos pa los perros y pa la gente! Son muy bravos y, ¡los colmillotes que tienen! Los traen por fuera los colmillos, por el hocico, ¡bien feos!

(Hilaria Alemán Ramos; Linares)

Véase: Amuletos, Cacería, Tamborazo.

martes, 25 de diciembre de 2007

Jicos.

Véase: Fiesta de los Jicos.

jueves, 20 de diciembre de 2007

Juan Oso.

Personaje legendario cuya apariencia corpulenta y velluda lo asemejaba al plantígrado. Según la leyenda, es hijo de un oso y de una mujer. Su madre, siendo presa del animal, permanece encerrada en una cueva, donde nace Juan, hasta que se escapan o son rescatados por unos cazadores. Después de huir, madre y crío se incorporan a la vida cotidiana de un pueblo, pero muchos adolescentes se burlan de la apariencia tosca y peluda del joven, llamado Juan Oso, actitud de desprecio superada por éste mediante golpes y pruebas de fuerza física ante los demás. La historia se narra a manera de cuento o como un suceso real, especialmente en comunidades serranas. En Montemorelos hay un indigente de casi cien años que ostenta su apodo y es parte viva de la leyenda.

Nos decía güelita que era una señora, no, más bien una muchacha que vivía con su papá, muy lejos, y que la mandaban a cuidar vacas, hasta que salió un animal y se la robó: un oso. Se la llevó a una cueva y la encerró, y que... a ella casi no le gustaba vivir allá porque estaba muy lejos en la sierra y le daba miedo.

Y que... luego la muchacha tuvo un hijo que era mitad de oso y mitad de hombre, y se llamaba Juan Oso.

Pasó el tiempo y cuando estaba más grande la muchacha quiso escapar con la criatura, porque ella no quería comer carne cruda de los animales muertos, pero el oso estaba espiando.

Al fin se escaparon... Juan Oso y la señora alcanzaron a rodar la piedra que tapaba la boca de la cueva, y se salieron y vinieron a dar con el papá de la mujer.

(Rosario Flores Peña; Villa de Santiago)

El niño fue creciendo y fue creciendo, entonces había una escuela ahí en el pueblo, y ya le dijo el abuelo, el papá de la muchacha: “Vamos a llevar al niño a ver si lo matriculas, lo matriculas ahí en la escuela, a ver si lo quieren”.

Y pos sí, sí lo admitieron; ya estaba grande de edad pero sí lo admitieron. Bueno, y el muchachito bien aplicado, muy inteligente. Nada más que ¡pos todos los muchachos se reían mucho de él porque estaba muy pachón [gordo, peludo] de acá de los pies! Se reían mucho de él y a él le daba mucho coraje. Entonces un día le dijo a la maestra que los muchachos se burlaban mucho de él, y la maestra preguntó:

–¿Dime quién y quién se burla de ti?

–Todos, hasta las niñas se burlan de mí.

Y entonces les dijo la maestra a los niños, les dijo que no se anduvieran riendo de él, que tenía un defecto, pero... pues era gente como uno.

¡No! los muchachos como quiera siguieron burlándose, entonces él les dijo cierta ocasión, les puso en conocimiento:

–Miren, yo no quiero pelear con ustedes porque yo sé que les voy a hacer un daño grande, es mejor que no... que no me hagan ningún mal, no me hagan desesperar.

Pero los niños como quiera siguieron jode y jode, hasta el muchacho más grande de todos decía:

–¡Nombre! ¿Pos qué nos puedas hacer? ¡Yo soy de tu tamaño!, yo estoy de tu tamaño, si quieres vamos a jugar unas guantadas [luchas]. ¡Nombre, no me sirves para nada! –le decía el muchacho aquel.

Y ¡no pos... siguió insistiéndole, buscando pleito!, hasta que ¡no, pos el Juan Oso lo agarró y lo aventó, lo volvió a agarrar y lo volvió a aventar!, y le dijo:

–¿Quieres más?

Y ya nomás con eso que le hizo a ése ya los otros no le dijeron nada.

(Hipólito Reyna Sánchez; Linares)

Hermelinda Escobedo, de 59 años, contó historias sobre osos, específicamente la historia de Juan Oso, cuento registrado desde hace siglos en Europa. Sin embargo, para ella no era cuento; situó el secuestro de una muchacha por el oso en Loma Alta, un ejido vecino, para finalmente señalar que el fruto de esa unión era un anciano de Montemorelos al que llaman Juan Oso (a este último señor lo conocemos, es un anciano indigente que recorre las calles del municipio).

(Cristóbal López, “Notas de campo”, Montemorelos, 13-V-1997)

Véase: Nagualismo, Oso.

sábado, 15 de diciembre de 2007

Judío errante.

Alma en pena de un judío maldecido por Cristo; su penitencia es vagar por el mundo hasta el día del Juicio Final. Aparece en forma de luz misteriosa.

Véase: Espantos.

lunes, 10 de diciembre de 2007

Lechuguilla.

Véase: Maguey, Mezcal, Sotol.

miércoles, 5 de diciembre de 2007

Lechuza (Tyto Alba).

Ave nocturna cuya voz atemoriza, en ocasiones, a nuestra gente. Como en diversos tiempos y latitudes, aseguran que su canto predice desgracias; otros afirman que el pájaro espera la muerte de personas para llevarse su espíritu, burlándose, durante esta tétrica misión, mediante el tronido de su pico y garras. Una creencia muy extendida identifica a esta ave con las brujas. Las brujas adquieren forma de lechuza con el fin de surcar el cielo y desplazarse a lugares donde consiguen chile y sal o canela, también para visitar enfermos. Es común escuchar relatos en que las lechuzas son capturadas con oraciones como las “Doce Verdades del Mundo”, para posteriormente transformarse en mujeres. Las personas distinguen las lechuzas que originalmente son aves, de las que son hechiceras; las segundas pueden portar una luz, salen a partir de las doce de la noche, y se les puede dañar con maldiciones y rezos.

Pues miren, sé una historia que no es cuento... Se trata de una señora que se casó en un rancho de ahí por El Aguacate, en la hacienda Los Naranjos, acá por Cadereyta. Allí, los recién casados hicieron su jacal. Esos jacales eran de dos aguas, tenían el techo detenido con unos troncos llamados latas y el techo era de hoja, de hoja de caña de azúcar.

A ese jacal vino una lechuza e hizo nido en el mero techo, por dentro. Pero a la señora no le gustó que la lechuza criara en su jacal. Entonces ésta le tumbó el nido y los lechucitos a la lechuza, mató a los lechucitos, tumbó a los animalitos del nido. Y se fue la lechuza .

Luego resulta de que con el tiempo la señora tuvo una niña y siempre la tenía en la cuna. Pues resulta que un día viene la lechuza y le saca los ojos a la niña en venganza de que la mamá de la pequeña le había matado sus lechuzos.

Quiere decir que no era lechuza común y corriente, que era bruja. Porque cómo es que se fue y luego ya con el tiempo vino y le sacó los ojos a la niña.

(María Elena Oyervides viuda de Serrato; Cadereyta Jiménez)

Entonces nos levantábamos muy temprano, nos levantábamos Carmela y yo a encerrar las vacas y a moler nixtamal, y un día, en el mezquite que estaba en medio del patio, vimos que se reían... se reían unas... unas lechuzas. Así, con risa de gente, de una mujer. Se secreteaban y rechinaban el pico. Desde una orilla del patio vimos pa arriba y eran dos, taban así, grandotas, blancas. Se veían claro en la madrugada. Se reían, se carcajeaban, se sacudían, luego se secreteaban. Hagan de cuenta que eran mujeres...

Era cuando estaba bien mal yo, es cierto de esas lechuzas.

Entonces Carmela dijo “¿salimos ajuera?”. Salimos ajuera y entonces las agarramos a pedradas, pero nomás volaban de un árbol a otro y otro. Eran tercas, volaba una y se paraba en otro lugar, luego llegaba la otra ¡riéndose y carcajeándose! Cuando volvía a volar una pa allá, se iba detrás la compañera también, y cuando estaban juntas se carcajeaban. Así se pasaron la noche hasta que volaron pa los corrales.

Eso sí fue cierto, mi hermana y yo las vimos. Las seguimos y volaban de un árbol a otro... Pero ¡pos quién sabe qué sería! Ahí en esos ranchos muy seguido había lechuzas de ésas.

(Lucila López García; General Terán)

A mí una vez me tocó un caso de que stábamos yo y mi mamá sentadas aquí y... pasó una lechuza, pero no una lechuza así, simple como un pájaro. No, era como una bruja transformada, o sea... porque las personas que son hechiceras tienen el poder o la facultad de ser... de ser... de transformarse en animal.

Entonces stábamos sentadas yo y mi mamá aquí enfrente de la... aquí en la banqueta, y luego de repente pasó un animal de esos, una persona (yo digo que no fue animal) y gritó, o sea, chifló pero el silbido que daba no era como un silbido común y corriente, o sea, era como el de un animal. Era como una persona transformada en eso...

(Gloria Esthela Ruiz Herrera; Parás)

Véase: Agüeros, Bruja, Cóconos, Chile del monte, Doce Verdades del Mundo, Luz Errante, Nagualismo, Petaca, Tecolote.

viernes, 30 de noviembre de 2007

León de la sierra (Felis concolor).

El puma americano o “león de montaña” es un carnívoro que, a pesar de su mala fama y de ser perseguido tenazmente, campea en nuestra entidad. En las comunidades de la cordillera se cree que protege a las personas que se internan en el monte, pero sólo por tres noches: la cuarta puede devorarlas. Así, en el ejido Los Ángeles, de Linares, un anciano contó que cuando salían a tallar ixtle no duraban cuatro días en las faldas de la montaña para evitar que este animal se los comiera. Según los relatos, el felino camina en círculo previniendo de inminentes peligros, especialmente del ataque de un “tigre” (probable jaguar). Quizás por lo anterior se tiene estima de su cráneo, piel, colmillos y uñas; estas últimas se guardan con aprecio o son utilizadas como atavíos y amuletos en llaveros, collares, cadenas; también los pantalones elaborados con su cuero eran estimados por habitantes de la sierra de San Carlos, Tamaulipas. A su carne y grasa se les atribuyen propiedades curativas; su grasa es usada para hacer trampa en carreras de caballos: colocada en las patas del equino, éste se desboca rumbo a la meta mientras la estela de su olor obliga al contendiente a salirse del carril, permitiendo al primero ganar. La gente del campo conoce sus hábitos, y saben que a veces come de los venados que caza, pero cuando mata ganado lo rastrea y embosca hasta darle muerte. Si esto llega a suceder, lo acosan con ayuda de “perros leoneros” o lo envenenan con carne enyerbada. Es prototipo de valentía y sagacidad, existen corridos que utilizan el símil hombre-león para remarcar dichas características.

Cuando va un señor al monte tiene que poner tres veces una lumbre (tres noches), porque si no, lo mata el león; si prende las lumbres tres veces, el león lo cubre de los demás animales para que no lo ataquen (...)

Mi papá un día estaba malo, muy malo, y entonces le dijo a la virgen que si lo curaba se iba a ir por el cerro hasta Monterrey (a pie). Y ya en el camino mi papá dijo que juntáramos leña para prender lumbre. Y luego la prendimos y la dejamos toda la noche encendida para que nos cuidara (las tres noches); y al cuarto día mi papá dijo que ya no prendiéramos, que porque después nos podía atacar el león... ese cuarto día llegamos a Monterrey y agarramos el autobús para El Chorrito.

(Mario Alberto Espinoza Verdín; Iturbide)


No, los camaleones se usan para la buena suerte: un camaleón vivo. Lo traen al pobre animal sin comer y sin nada, y dicen que es pa la buena suerte. Pos la gente así es de creyente ¡que el camaleón!, y yo sí creo, pero en otras cosas; traigo una uña de león. Mataron a un león y dije “oye, tráime una uña”. En ésa sí creo porque el león es el rey de la selva, ¿vedá? Y sí tengo la uña de león, la uña de león sí es buena suerte.

La gente que puede, pues, la manda a encasquillar, en oro.

Ese león del que yo tengo la uña lo mataron aquí en la sierra, más pa arriba del ejido El Poblado. Pero el león de las sierras de aquí no tiene melena, no es como el africano, es como un perro grande con la cola muy larga, de orejas chiquitas.

Sí, la uña del león es buena, quién sabe por qué, ¡no, pos, es creencia! ¿Qué poder puede tener un hueso?

Aquí el cuero del león no lo utilizan, pero sí se comen la carne y el cebo, es muy bueno para varias enfermedades. El cebo de león, sí a usted le duele aquí, en la nuca, o está lastimado, se lo frota en la parte adolorida y se compone. Tiene poder curativo el cebo de león. Sí, para una dislocadura –­esa luxación, cuando se zafan los tendones– se pone esa manteca y luego ya, lo compone totalmente el sobador.

(Guadalupe Sépulveda Hernández; Hualahuises)


Véase: Amuletos, Cacería, Enyerbado, Gato, Pantera.

domingo, 25 de noviembre de 2007

Libros de magia.

Volúmenes consultados por brujos, curanderas y diableros para iniciarse en las artes mágicas y practicarlas. El más conocido es el Libro de San Cipriano. Al parecer, se trata de reimpresiones de tratados mágicos medievales.

Esa viejita traía un libro aquí... que le decían el Libro de San Cipriano. San Cipriano fue un mago, fue un hechicero, y luego se convirtió al cristianismo, después fue Santo. Por eso esa viejita vivía con ese libro, porque tenía muchas recetas.

(Carlos Sepúlveda; Hualahuises)

¡Señor de mi vida!, en la lectura está todo...

Hay un libro que ése lo “designora” mejor que nada para que haga cosas, para que haga y deshaga; leyendo ese libro puede abrir cualquier puerta de un soplido... no necesita llave, no necesita nada. Nada más con que usted sepa lo que viene ahí. Pero ¿para saberlo hacer? Eso es pura secretería de la magia negra; yo nunca la hice, nunca lo hice.

(Clemente Cázares Mendoza; Mier y Noriega)

Nos contó que estudió “medicina” en San Antonio, donde perteneció a la secta de los “Crucicistas”. Lo que sabía de cartomancia y magia negra lo aprendió ella sola de “sus libros de ocultismo”. Orgullosa y desafiante nos recalcaba que ella había podido estudiar y que no explotaba a la gente. Nos confesó entre pláticas que sus padres eran ganaderos, que nunca tuvo que depender de sus poderes para vivir, sólo lo hacía por el bien comunitario. Traía colgada un imagen de la Virgen de Fátima y una estrella de seis picos. Al cuestionarle sobre alguno de los títulos de los libros en los que había estudiado, se encrespó tanto que se negó groseramente a contestarnos.

(Yosune Ibarra, Gustavo Herón, “Notas de campo”, Cerralvo, 4-X-1997)

Véase: Bruja, Curandero, Diableros, Magia.

martes, 20 de noviembre de 2007

Lobo (Canis lupus).

Según los informes de grupos e instituciones ecologistas, el lobo mexicano está extinto; sin embargo, algunos individuos lo describen y aseguran su presencia en parajes aislados de la Sierra Madre Oriental; específicamente, en cañones y valles de Galeana, Linares y Rayones. Hay gente que recuerda haberlo rastreado y cazado, e incluso se conservan “loberas”, suerte de pozos profundos que servían como trampas para el animal. El nombre de la fiera es emblema de valor, rebeldía y compañerismo.


Una vez andaba yo raspando una miel, taba yo sentada raspando el maguey cuando salió ese animal con la cola larga, el hocico bien grandote y como de color pardo, pardo aquel animal. Pero no era coyote. Venía medio asustado porque le venía ladrando un perro que siempre andaba conmigo; entonces cuando lo vi, ¡que agarro una piedra! Le tiré y le di por las patas, por abajo. Entonces corrió pa otro lado y en ese tiempo el perro siguió correteándolo, se lo llevó pa la sierra.

Y ya nunca lo volví a ver a ese animal, pero decían que era lobo. Eso fue como en el año del cuarenta o el cuarenta y cinco.

(Juana Sustaita; Iturbide)

Yo estuve trabajando en Monterrey en una peluquería por casi diez años –la cual estaba por Platón Sánchez, entre las calles de Reforma y Colón–, allí era vecino mío un carnicero llamado Arturo González. Él era el presidente de la unión ganadera de un pueblo que está a un lado de Marín, no recuerdo el nombre exacto del pueblo. Me comentaba él que en su tierra empezó un animal a hacerles daño en las reses, que mataba y mataba...

Hasta que un señor dijo: “Pos yo voy a ver si cazo al animal este”.

Y cuenta que el hombre se preparó: echó carne seca, sal, agua y parque pa la carabina, ¿verdá?, y empezó a buscarlo, a rastrearlo. Hasta que dio con él. Dice que era un lobo, y ahí no hay lobos, los lobos vienen de Galeana, de por ahí, de Linares; por esos rumbos sí hay, y bastantes.

Entonces comenta que alcanzó a ver el animal, ¿vedá?, lo vio cuando agarró una vaca, un toro o algo así, lo mató y empezó a comer. Comía a llenar, luego se iba a una lomita y aullaba, luego ya se iba a dormir. Pero detrás de él andaban coyotes y coyotas, andaban como diez o quince animales, comían de lo que dejaba el lobo.

Él comentaba que era lobo porque era más grande que un coyote y con el pelaje de otro color. Entonces dice que lo siguió durante tres días, hasta que al final le dio blanco y lo mató. Decía mi vecino Arturo que él le había regalado, en esos años, cincuenta pesos y una vaquilla (al señor que cazó el lobo), y que cada quien que tenía reses le regalaba, le regalaba lo que fuera. El cazador llevaba el cuero del animal como prueba y le daban algo. Porque ese animal, si no lo cazaban, pos seguiría matando reses de todos los propietarios.

Bueno, y acá para Galeana, allá por los años cincuenta y sesenta, vino una comisión de ganaderos a pedirle a los... a las asociaciones de tiro, de caza y tiro, que los ayudaran porque los lobos estaban diezmando mucho el ganado; y me acuerdo que habló de eso José Sepúlveda, dueño de la armería Sepúlveda. Ese señor hizo el exhorto en televisión –en las primeras televisiones o en radio, ya no me acuerdo. Entonces se organizaron y fueron a la cacería del lobo, y ¡nombre, se dieron vuelo! Dicen que había docenas de animales y todos los hombres tire y tire, trajeron cantidad de esos animales.

(Álvaro Sepúlveda; Villa de García)


Véase: Cacería, Coyote, Perro, Zorra.

jueves, 15 de noviembre de 2007

Luna.

El satélite natural de la Tierra ocupa un lugar importante en la vida cotidiana de nuestros pueblos. Se cree en la influencia positiva de la luna “maciza” o “llena” en la tala de madera, la cosecha del maíz, el apareamiento de bestias y la procreación de niños, también que favorece la resistencia en la construcción, la conservación del fruto, y la salud. Además, se contemplan sus fases para advertir alteraciones del clima y, en menor medida, “cambios de sexo” de ciertos individuos. En Villa de Santiago y General Terán relatan que dos compadres viven en ella por causa de un pleito. A semejanza de otros astros, suele invocársele como testigo y compañera en la lírica tradicional.

Ahora trabajo desenraizando terrenos, cortando madera. Es más, ahora me ofrecieron un trabajo allá en La Purísima, pero me voy a esperar unos diez días para que amacize la luna, porque como está tiernita, ahorita, la luna, no se puede cortar la madera porque se pica. Si usted corta la madera con luna tiernita, la pica un animal verde, un mosco verde que hay, se pudre la madera; pero ya estando la luna maciza ese animal no le hace nada a la madera, por eso los palos se deben de cortar durante la luna maciza, o sea, cuando ya está llena.

(Gregorio Quiroga Cantú; Agualeguas)

En la luna es en lo que a veces nos fijamos, ¿verdá?, en la luna; a veces porque se está acabando, otras veces porque hay luna nueva...

Como en cada cuarto, en cada cuarto que hace revolución.

La luna tiene algo que ver en los cambios, por ejemplo cuando hace cuarto menguante, todas esas cosas, o cuando hay luna llena hay cambios de tiempo, sean de norte, sean de lluvia. Nomás fijándose uno bien se da cuenta que hay cambios.

(Isidra Maldonado Guerrero y Pedro Pedraza de León; Hualahuises)

Una vez oí a un señor decir que la luna traía lluvia porque venía creciendo ladeada y se le tiraba el agua, le dije “¡cómo eres pendejo!, la luna no trae nada; el agua la trae el tiempo, las nubes”. Nomás que la gente es así...

Y por pláticas he oído que los científicos ya llegaron a la luna, pero pos yo no creo eso, no lo creo. No, la luna está muy lejos, o es nomás un... como un espejo, o un reflejo; por mucho que haga la gente aquí, en el mundo, nadie puede llegar hasta allá arriba. No creo que vayan a entrar ahí donde está la luna; o no tiene fin.

(Fernando Torres Torres; Villa de Santiago)


Véase: Astros, Cielo, Eclipse, Hombre-mujer, Sol.

sábado, 10 de noviembre de 2007

Luz errante.

Una de las visiones por excelencia de nuestro imaginario colectivo. Es tan común que forma parte esencial del paisaje nocturno en algunas comunidades. Varía de forma, tamaño y color, pero siempre se manifiesta como una luminosidad, o serie de luces, que recorre los caminos con movimientos caprichosos: se eleva al cielo, cruza las labores, surca el horizonte, se detiene, “brinca”, acompaña a los viajeros de la noche. Algunos la identifican con lumbre, gases de la tierra, señal de riqueza subterránea, un pueblo perdido; otros, con La Llorona, ánimas en pena, lechuzas, ovnis, y hasta con una lámpara de Aladino.

Sí se veían esas luces...

Y había otra luz que bajaba por el rumbo de la Anacua, bajaba la luz... bajaba esa luz pero ya para llegar a la presa, daba la vuelta pal bordo y nunca se supo qué era.

Yo creo que si significaba algún dinero todavía ha de estar allí, o serían gentes que mataron en aquellos años.

(Lucilda López García y Juan López García; General Terán)

Y otra cosa más que le voy a decir... que aquí no muy lejos hemos visto una... como un pueblo iluminado, en uno de los cañones, aunque no siempre; mi señora también lo vio y varias personas de aquí lo han visto. En la noche que nos ha tocado ir pa Sabinas lo hemos visto desde la carretera, ¿pero ónde mero estará? Sólo Dios sabe dónde. Pero sí se ve así por los cañones, en medio de la dos lomas, se ve el lucerío, ¡si viera qué chulada, qué hermosura de luces!...

Pero es mucho lo que se ve de luces, como si fuera un pueblo bien iluminado, ¡no, no, una cosa chula!

(Andrés Esquivel Vázquez; Vallecillo)

En noches sin luna, de lejos en lejos en el lado noreste de la cabecera municipal de Gral. Terán, sin emitir ruido alguno, se deja ver una bola de luz a una altura de aproximadamente 5 metros, se desplaza hacia el sureste.

Dicha bola ha sido perseguida por hombres a caballo, pero nunca alcanzada, son varias las hipótesis que se tienen en torno a ella: una es que se trata de un ave nocturna que emite luz, otros dicen se debe a un gas que escapa por una grieta que tiene la tierra.

Los lugareños aseguran que hace muchos años un patrón puso como contra [compuerta de una acequia] a un regador que murió, fue al cielo y pidió protección para los de su clase, por lo que Dios comisionó para ello a Santa Martha, Patrona de los Regadores, y que esa bola de luz es la lámpara de Santa Martha que viene a cumplir con su cometido.

(Juan Islas, “La lámpara de Santa Martha”, en: Leyendas de General Terán, Nuevo León; General Terán)

Es más, aquí en el ejido hay un... mira... cada año nosotros vemos... No sé qué será, pero eso sí lo he visto, ¿será por la rotación de la tierra? Será... Bueno, hasta en las noticias ha salido. De aquí del canal siempre se ven unas luces en el mes de enero, más o menos, casi por el Día de Reyes. Esas luces tiene la gente años viéndolas. Nosotros también, ¿verdá?, hija.

Yo he ido hasta en la camioneta a verlas, ahí, en la madrugada he ido. Se ven de lejos, ¿verdá?, son luces que... haz de cuenta que se mueven como si fuera un pueblito, como si fueran un pueblo.

Hay veces que es muy grande, y hay veces que es más chico... pero siempre se ven por enero, cada año, cada año, cada año, se ven los resplandores y... mucha gente de aquí los ha visto. Pero eso no es de ahora, siempre las han visto... Toda la gente vamos ahí, a la orilla del canal, de ahí se ven cada año en Navidad, de Navidad al Año Nuevo, hasta por el 6 de enero...

(Señora; Ciudad Anáhuac)

Véase: Ánimas, Espantos, Lechuza, Tesoros.

lunes, 5 de noviembre de 2007

Llorona.

La Llorona es un tipo de espanto difundido ampliamente en todo México y en el mundo. En Nuevo León la describen como una mujer vestida de blanco y de larga cabellera, que llora y grita en las noches por haber dado muerte a sus hijos. Nuestras madres narran que, en castigo a su crimen, Dios la envió a penar siguiendo el curso de las fuentes de agua –contracorriente– y que no logrará sosegar su espíritu hasta encontrar los cuerpos de sus pequeños. A veces la identifican con una lámpara o luz errante. Su clamor es concebido como augurio de muertes, enfermedades, lluvia, y su arquetipo aparece desde el extremo sur hasta el norte, incluyendo las comunidades de montaña y la zona metropolitana de Monterrey. Por ejemplo; en Mier y Noriega algunos aseguraron oír sus gritos durante un fuerte aguacero; en Lampazos de Naranjo un niño mexicoamericano dio fe de su presencia en las pláticas de los regadores que trabajan en los campos de cultivo estadounidenses; mientras que, en una adaptación al medio ambiente semidesértico, un anciano de Doctor Arroyo situó su figura alrededor de tanques de agua comunitarios.

Ahí en el Charco Largo decían que cada vez que estaba la atmósfera cargada y que quería llover, oían que lloraba, y ese llanto lo tenían algunos carreteros como símbolo de que iba a llover, de que se iba a crecer el arroyo que daba al Salto, el que viene de la fábrica. Nomás se oían esos ruidos de la llorona y anunciaban que iba a haber crecientes.

(Julia Sánchez Villarreal; Villa de Santiago)

Decían que cuando le bajaba bastante agua al río que salía, que venía la Llorona buscando al hijo, que buscando a los hijos, al hijo que había tirado al agua en una creciente, que se murió y que el Dios la convirtió... no la llevó al cielo, que la convirtió en puro espíritu de andar buscando y llorando.

(Teodoro Plata Mejorado; Hualahuises)

Los puso ahí en el mar, a esperarla, porque diosito...

Ella trabajaba y puso a sus hijos en el agua porque nadie se los quería cuidar; eran muchos niños y un día los dejó en el mar, pero cuando regresó ya no había nada de niños... desde esa vez ella se aparece en la oscuridad, en el sol no.

Haz de cuenta que a nosotros nos pegan en la noche y empezamos a llorar... entonces la Llorona oye y piensa que son sus hijos y empieza a llorar, y dice bien recio “¡Aay, mis hijos!”.

(Aleida Liset Villalobos Rodríguez; Iturbide)

Aquí ya no pasa nada, con decirle que ya hasta los espantos se acabaron. Antes la gente decía muchas cosas, y eran de verdad porque uno mismo veía luces y escuchaba ruidos de la noche. Una vez a mí me tocó oír a la Llorona. Ya andaban diciendo que pasaba por el río. Esa vez andaba en el molino de tiro, era invierno y soplaba el viento cuando oí el lloriqueo de la vieja ésa, nomás se me enchinó el pellejo del puro susto, y hasta los perros ladraban todos nerviosos, y mire que hasta la mula del molino brincaba. Pero todo se acabó, ahora ya tenemos luz, hay más bailes y televisión y la gente se acuesta tarde. Será que se acabaron los espíritus, quién sabe.

(Homero Adame; recreación literaria de una plática escuchada a un anciano de Linares)

Véase: Ánimas, Espíritus, Espantos, Luz errante.

martes, 30 de octubre de 2007

Magia.

Fuerza inmaterial, positiva o negativa, que altera los seres y las cosas. Su presencia en la vida cotidiana de nuestro pueblo se expresa en innumerables creencias, actos y fenómenos, desde los mitos y ritos de sacerdotes, brujas y curanderas, hasta los juegos o suertes de diableros y el conocimiento adquirido en libros sobre el tema. Las artes mágicas tienen aplicaciones específicas identificadas por colores: tal es el caso de la magia blanca, para curaciones y beneficios; la magia negra, para perjuicios en general; y la magia roja, ligada a acciones violentas. La magia, a semejanza de la fe, es componente esencial de toda religión y culto.

Unos conocen la magia, conocen la magia roja, porque son de guerra; otros conocen la magia blanca, pero la magia blanca está ahí, en la Biblia, y ésa es lo puro bueno. Los que escogen la magia blanca escogen lo puro bueno (por eso le dicen la magia blanca).

La magia negra ¡pos es la mala!, y la magia roja es la de la guerra.

(Florencio Pedraza; Hualahuises)

La tía Paula, con la que vivió mi papá hasta antes de casarse, tuvo una hija que se vino a vivir a Monterrey donde puso unos billares y se dedicaba a trabajar con la magia negra. Llegó a ser de las personas más importantes. Vinieron a verla gentes hasta del otro lado. Llegó a hacer mucho dinero porque curaba, pero usando la fuerza de la magia negra. Como era prima hermana de mi papá, él acostumbraba visitarla mucho. Se llamaba Josefina. En el billar tenía una calavera debajo del mostrador donde se servían las cervezas (...) Dicen que para que una calavera de esas brinde suerte debe ser de una persona que haya muerto asesinada, porque supuestamente si lo matan antes de que se cumpla su tiempo de vida natural, entonces su alma queda penando hasta que llegue su día del juicio.

(Testimonio de Miguel Luna; Aramberri, en: Guillermo Berrones, Ingratos ojos míos, Miguel Luna y la Historia de El Palomo y el Gorrión: 76-77)

Véase: Bruja, Curandero, Diableros, Libros de magia.

jueves, 25 de octubre de 2007

Maguey.

Los hombres y mujeres primitivos de la región elaboraban con las puntas del maguey (Agave lechuguilla, especialmente) raspadores y agujas; también, con sus fibras y las de la palma (Yucca carnerosana) fabricaban utensilios de jarciería y cestería, objetos que formaban parte importante de su vida cotidiana porque eran utilizados en sus tareas de pesca y recolección o como probables ornamentos rituales. Por ejemplo, en cuevas de Coahuila, los arqueólogos han recopilado y estudiado hilos y cordeles, pelucas, asidores para objetos calientes, redes, bolsas, capas, mantos, faldas y otros tipos de vestimenta.

Los habitantes indígenas del actual noreste de México también utilizaron la planta como parte esencial de su alimentación –se ingería asada–, y como fuente de bebidas dulces o embriagantes (fermentadas). Siguiendo una reconstrucción de su aprovechamiento del medio ambiente, en un ecosistema tipo oasis (desierto-ciénagas-sierra), podemos precisar que de primavera a verano aprovechaban el aguamiel; de verano a otoño el quiote y la raíz; luego, del otoño al invierno se ingería aguamiel y mezcal, pencas asadas de la planta en barbacoa. Finalmente, en el invierno –o periodos de mucha escasez– se ingería el bagazo del mezcal.

La población nuevoleonesa, sobre todo en la zona sur-serrana, sigue aprovechando las plantas de este tipo en la construcción de sus casas, para formar con sus pencas canales de riego. También se usa como objeto funerario o elemento decorativo, como forraje para el ganado, en la preparación de aguardiente o la exquisita barbacoa de pozo; asimismo, se consume regularmente su aguamiel y el quiote tatemado.

En las zonas semidesérticas la talla de lechuguilla y la elaboración de productos derivados fue, hasta hace algunas décadas, una de las pocas y raquíticas –pero seguras– fuentes de ingresos. Hasta la fecha, en comunidades aisladas se recolecta y talla lechuguilla para fabricar objetos de ixtle como estropajos, escobetillas y cordeles (en caseríos de Iturbide, Galeana, Aramberri, Zaragoza, Doctor Arroyo, Mier y Noriega, Villa de García, Bustamante y Villa de Santiago).

La importancia pretérita de la lechuguilla en Nuevo León ha quedado registrada en un verdadero fósil viviente, un mito cosmogónico sobre la planta, el cual es, a la vez, todo un mito cultural.

La lechuguilla no se acaba, ésa existe por siempre porque ésa es la ayuda de la pobrería, es la ayuda. Cuando no hay trabajo las gentes se van a tallar, traen sus manojos de ixtle, y ya tienen con que ir a comprar (con eso). Eso sí, para eso es la lechuguilla. Por eso está; yo creo diosito mandó ese... esas lechuguillas, ahí, a los montes, pa que ¡pos nos mantuviéramos!, porque en los ranchos no había otros trabajos, sólo eso, todos trabajábamos en eso.

Nos vestíamos, nos... comíamos, y había veces que hasta nos sobraba feria.

(Juan Esparza Alvarado; Rayones)



–¿En qué ha trabajado usted?

–Puro tallar lechuguilla desde niño.

–¿Dónde venden lo que tallan?

–Más antes aquí en García, con el Sr. Pedro Lozano.

–¿Sí sale para pasarla?

–Sí, ahí sale.

–¿Sigue tallando?

–Sí.

–¿A cuánto pagan el kilo ahorita? [mayo, 1998].

–A $8.50 primero, y bajó a $7.50.

–¿Cuántos kilos talla usted diario?

–Cinco o seis, pero ya casi no hay, ahora casi no ha llovido.

–¿Hay más gente cerca de aquí que también talle?

–No, pues no. Tengo hijos y hijas en García, uno trabaja en la presidencia y otro en las huertas.

(Feliciano Nuño Gallegos; Villa de García)

Quiero contarles una leyenda que escuché de labios de la gente de Mier y Noriega, por allá tienen una leyenda sobre la lechuguilla que por aquí también la conocen: es una de las plantas que se da en las zonas desérticas o semidesérticas y tiene su leyenda de acuerdo a las tradiciones de esta gente.

Ellos platican que cuando no había todavía gente de color pálido como nosotros –porque por el lado de Mier y Noriega, Aramberri y Zaragoza había una raza media negroide, natural de la región, entrando a un terreno un poquito más o menos histórico–, hay esta leyenda que dice cómo fue que un dios bajó de los cielos para decirle a un indio cómo hacer para vivir y le prometió tres cosas: sustento, casa y cobijo.

En aquel entonces perseguía esta gente a pie corriendo los venados para cazarlos; los cazaban por cansancio, los cazaban los conejos también por cansancio, a pedradas, con un palo, con lo que encontraban a su paso. Sucede que un día, uno de tantos cazadores quedó aislado de todos los demás y por allí, en los pocos montes que hay pegados a la sierra, se aparece un dios y le dice:

–Muchacho.

–Dime señor, ¿de dónde saliste?, ¿dónde estabas tú?, ¿qué pasó?, ¿quién eres o qué?

–Yo soy un dios. Tuvimos una junta los dioses en el cielo y optaron por mandarme como enviado a decirte que tú serás también enviado a tu pueblo a decirle que yo vengo a ofrecerles techo, sustento y cobijo.

–¿Y...?

–Porque ustedes tan paseándose nada más, no hacen asentamientos humanos, son nómadas, cambian de lugar a cada rato, y eso nos está preocupando a los dioses. Necesitan ustedes ubicarse en lugares.

–No me lo van a creer.

–No, sí te lo van a creer. Ten la seguridad, yo te voy a apoyar.

Entonces de la nada sacó una lechuguilla, una planta de lechuguilla y le dijo:

–Diles a tu pueblo que lo siembren en las laderas de los cerros y que yo, que soy el encargado de reproducir la lechuguilla, tendrá reproducción suficiente para que ustedes tengan techo, sustento y cobijo.

Aquel amigo se fue loco de gusto y llega a su pueblo:

–¿Y saben qué?¡Me dieron esto! Me encontré un dios, se presentó conmigo, ¡por dios santito, miren hombre!

–No, no, no, ni por ese dios santito ni por todos los dioses te lo vamos a creer, tás loco tú, ¿de dónde arrancaste esa planta? Oye, por cierto que es bien rara, ¿esto dónde nació o qué?

–Nombre de veras, me dijeron que la pusieran allí hombre, allí en las laderas, allí donde hubiera más o menos humedad, allí va a crecer; yo sé lo que les digo. Yo vi al dios, él me la dio.

–¡Nombre, sácate!

No, pos aquél, es más, fue repudiado por su gente. Él se fue, pues no había más que hacer. Fue y muy tristemente hizo un pocito por allí, entre unas piedras; allí sentó la lechuguilla, le echó un puño de tierra arriba y empezó a llorar (decepcionado de su gente) y con sus lágrimas hizo que en cada lágrima brotara una lechuguilla. Se quedó asombrado, pero no por eso dejó de llorar y cada lágrima que derramaba aquel muchacho era una planta de lechuguilla que se reproducía. En sus ratos de ocio –porque él ya no volvió a la tribu– en uno de tantos días de coraje agarra un palo, le quita una hoja y le pega a esa hoja, porque tenía espinas, era lo peligroso, y le pega y le pega y entonces ve que tiene una fibra; saca unas cuantas fibras, las deja ahí tiradas. Pero a los pocos días que regresa vio que la fibra estaba todavía ahí y ya estaba seca; por no dejar, la toma y la empieza a hilar, la empieza a hilar, la empieza a hilar y ya tenía un cordoncito, un cordoncito que fue creciendo, lo dobló, fue creciendo en grosor también, lo volvió a doblar y vio que tenía suficiente resistencia. Para entretenerse fue y cortó una vara por ahí, echó un nudito por un lado, echó un nudito por el otro y luego le dio la restirada a ver qué onda; ahí ya hizo un arco, con él se entretenía y entre más lo ajustaba, tuum, tuum, tuum, un sonido musical con el que se entretenía (algo tenía que hacer, andaba solo). Tuvo entonces hambre y pos cortó otra vara y se fue a perseguir un conejo. Ahí va a la carrera, pero pos no, no pudo alcanzarlo; total, no iba a comer ese día. Para no dejar y por entretenerse pescó aquella varita con los dientes, hizo una ranurita, enderezó bien la varita, la puso allí y empezó a jugar: ¡fuit! ¡ah!; tons se fijó que llegaba lejos y le estiró más: ¡fuit!, y ahí iba a buscar el palito, ¡fuit! y dijo “no pos ya la hice”. Pos con los dientes también empezó a sacarle punta, y entonces sí, volvió a pasar un conejo; no staba muy fogueao –entonces no había armas de fuego, aquellas que: pum, pum, pum, pum, pum, y no vuelves a ver un conejo nunca. Agarró puntería y le pasó cerquita, dijo “no, entonces sí lo alcanzo, voy a practicar”. Y en una palma empezó a practicar y a practicar y a practicar y a practicar, hasta que dominó aquel aparatito que había inventado. En una de tantas alcanzó un conejo y dijo “tenía razón el dios, ya tengo comida, ya tengo sustento” (se estaba cumpliendo una de las promesas del dios). Fue y arrancó más hojas y las puso a secar, y entonces juntó bastantes cordoncitos y para no dejar se puso a tejerlos; hizo el primer costalito y se cubrió con él porque empezaba ya la temporada de frío. Se cumplía otra de las promesas del dios: tenía cobijo; y para no dejar, siguió haciendo costales, cortó cuatro o cinco varas, las puso en forma de cono, las cubrió con aquello, y ya tenía también cobijo, techo; tonces se sombrió ya en ese árbol, en ese, en eh, en esa choza que hizo, vaya, improvisada.

Alguien lo echó de menos en la tribu, alguien dijo: “¿Dónde está el loco aquél, no volvió, se habrá muerto? –dijo–, habrá que buscarlo porque es temporada de cambiar, es temporada de irnos de este lugar para donde haya más cacería, donde halla más comida, donde halla más fruto, donde halla más sustento”.

Y lo encontraron a aquél dormido muy cobijadito, a la sombra y bien harto, y con tres o cuatro conejos muertos para prepararlos a la hora que fuera. Entonces aquellas gentes dijeron: “¡Mira! Es cierto lo que los dioses dijeron, es cierto lo que él decía, y nosotros bola de brutos pasando hambres porque no le entendimos lo que el decía”. Entonces lo hicieron no jefe de la tribu, desde entonces fue el gran chamán, el gran brujo. El que enseñaba a los demás a tener techo, sustento y cobijo.

(Anastasio Carrillo Guajardo “Tacho”; General Terán)

Véase: Mezcal, Sotol.