martes, 30 de septiembre de 2008

Conejo (Sylvilagus floridanus).

La utilidad de este roedor es variada; se aprovecha su carne, su piel y sus extremidades. Al igual que en otras regiones, se considera un animal de buena suerte. Llevar colgando una de sus patas (o su cola) representa búsqueda de fortuna y prosperidad; otras veces se usan como simple atavío.

Era un muchacho, ¿verdá?, era un indio. A ese indio lo mandó el Dios del sol a que fuera a buscar alimento y... y fue, ¿verdá?, a buscar comida. Entonces se encontró a conejo y lo quiso matar, pero conejo no se dejaba. Lo anduvo persiguiendo hasta que se perdió y sus ganas de comer aumentaban, tenía hambre y hambre.

Fue cuando se le volvió a aparecer conejo y le habló:

–Hay un hechicero por aquí que puede darte mucha comida, nada más que a cambio debes darle tu alma.

Y el indio contestó:

–¡Pero yo no podría dar mi alma porque tengo familia!

–Pues si quieres alimentar a los tuyos tendrás que hacerlo.

El indio, desesperado, dijo:

–Está bien, llévame con él.

Y contestó conejo:

–Espérame aquí, yo iré a traerlo.

Apenas terminó de decir estas palabras cuando conejo se transforma en un hechicero, lo lleva a una cueva, y le dice al indio:

–Entra.

–-¿Y... pero qué vas a hacer conmigo? –dijo el indio.

Antes de que terminara de decir esas palabras el hechicero le cortó un pedazo del brazo dejándole una marca profunda y dijo:

–Llévale este alimento a tu familia, ¡pero si no regresas, a tu familia y a tus semejantes les irá muy mal! Yo me vengaré sobre ellos.

Así fue como el indio visitó a su familia para dejarles algo de alimento: la carne de su propio brazo, ¿verdá? Luego regresó con el brujo. Entonces éste lo agarró y lo ensartó en un gancho donde cuelgan la carne de los becerros; ahí, el hechicero todas las noches le cortaba un pedazo de carne para cenar él. Y el indio se fue acabando, no podía hacer nada, sólo preguntaba: “¿Pero por qué me haces esto?”.

Pasado un tiempo, cuando ya sólo quedaba el corazón del indio colgado del gancho, dijo el hechicero:

–Tú tienes muy buen corazón –porque el indio tenía muy buen corazón, ¿verdá?–, te voy a dar tu forma normal, pero ya no podrás ser hombre, te convertiré en un conejo, animal que fue la desgracia tuya.

Y al corazón del indio lo convirtió en conejo, y... siempre que... que hay alguien que no puede... que tiene hambre y que se pierde, cuando es un indio, va el conejo y le dice: “Cómeme si quieres”. O sea, el animal se deja que lo caces para que te lo comas.

(Azael Córtez Dueñas; Linares)


Veáse: Amuletos, Cacería, Sol, Venado.

jueves, 25 de septiembre de 2008

Correcaminos.

Veáse: Paisano.

sábado, 20 de septiembre de 2008

Cosecha.

Antaño existieron una serie de ritos unidos al levantamiento de la cosecha. Incluían la primera siega con música y entrega de las primicias (primeros frutos) a las advocaciones locales, a la Iglesia. Hasta el presente, en algunas comunidades las primeras mazorcas de una labor son consideradas objetos benignos. Se conservan reverencialmente en el hogar, o se ofrendan al santo patrono.

Para esto se decía una misa que se llamaba Misa de Espigas, concluyendo con un gran comelitón en plena labor, con elotes cocidos y asados, así como calabaza tatemada. Como punto relevante de esta buena cosecha era llevar a la iglesia de Doctor Arroyo, a la virgen de la Purísima Concepción, las “primicias”, por los primeros frutos de la tierra.

(Varios autores, Tradiciones y costumbres de Nuevo León, 1994, p. 112)

Más antes se usaba que el que levantaba mucha cosecha en la parcela preparaba los montones de cajas de cerveza, de soda, listones y todo. Entonces los que iban a pizcar, ¿verdá?, se encontraban con todo eso en las últimas monas o trincheras del sembradío.

Pero nomás acababan de pizcar la última mazorca y echaban el último costal, ¡luego, luego agarraban al dueño de la cosecha y lo amarraban! Lo liaban con un mecate y se ponían por todos lados, luego lo echaban arriba de la carreta con clarinete y tambora, y la caballada atrás, hasta dos o trescientos pelados a caballo, con buenas sillas.

(Cecilio Cazanova Iturralde; Hualahuises)

Notamos además que en la puerta de entrada había una mazorca colgada. Preguntamos el porqué, y se nos contestó que era de una cosecha de larga duración (una vez al año), y que servía como amuleto para buenas cosechas.

(Yosune Ibarra y Gustavo Herón Pérez Daniel, “Notas de Campo”, Montemorelos, 13-V-1997).

Véase: Fiesta de los Chicaleros

lunes, 15 de septiembre de 2008

Coyote (Canis latrans).

Animal nativo de Norteamérica cuya presencia y hábitat se han extendido durante los últimos siglos. Pocos animales infunden sentimientos tan encontrados de admiración, odio y respeto como este cánido, que desde tiempos prehispánicos es prototipo de astucia y maldad. Es proverbial referir que el coyote es ladino (hábil, burlón) y matrero (traicionero), y con capacidad de sortear trampas y emboscadas tendidas por cazadores, o de penetrar en propiedades campesinas para llevarse animales domésticos. Su fama es tal que no son raros los apodos, canciones y corridos que equiparan ciertas habilidades del hombre a su figura. Aquí, a semejanza de otras zonas de México, el hijo más pequeño de una familia es conocido cariñosamente como “el coyote”; incluso, su apelativo lo ostentan traficantes de papelería oficial, droga y seres humanos.

La observación de sus hábitos ha hecho prevalecer ideas variadas; por ejemplo, su grito es señal de luto y tragedia o de cambios de clima, especialmente frío. Además, según el anecdotario local, cuando un coyote no tiene que comer, tumba los dátiles de las palmas dando vueltas alrededor de ellas, gritando y cantando “abajo, dátil, abajo, dátil”.

Antes se le perseguía para vender su piel, a la que se atribuyen la virtud de curar dolencias reumáticas cuando las personas duermen sobre ella y, en menor medida, algunas propiedades mágico-religiosos. En este último sentido se habla de un cinto de piel de coyote que concede valor y fuerza a quien lo elabora y porta, siempre y cuando el animal sea desollado vivo; o se sabe de una tambora hecha con su cuero cuyo sonido derriba o hace vibrar objetos y que propicia hechos de sangre durante las fiestas (Montemorelos-General Terán-Linares).

Se piensa que es de mala suerte cruzarse con él por el camino, conservándose la práctica de realizar un nudo en la camisa o pañuelo para conjurar el mal. En algunas zonas se refiere que los brujos y diableros se convierten en este animal para realizar sus actividades. De hecho, en el sur de Nuevo León (Galeana-Dr. Arroyo-Mier y Noriega) se conserva el término “coyote-nagual”.

Otros afirman que posee un cabello del diablo o que es animal del diablo; se refiere también la existencia de un relicario con pelos de la bestia. Por las calles de nuestras urbes es común oír que se ofrece en venta la pomada de coyote, “para todo tipo de males”, y existen versiones de conocida fábula donde el animal sustituye al lobo (“¡Ahí viene el coyote!”).

Existen comparaciones que poseen su antecedente más antiguo en los tribeños Coyote, que habitaron la región Noreste, y la casta colonial resultante de la mezcla de indio y mestizo.

Coyote es un animal que es ladrón. Sí, es muy habilidoso porque él vive nomás de eso, nomás de andar robando. Por eso les digo que Dios lo echó al mundo para que se mantuviera de las cosas de otros, porque ¿pos quién le da de comer? Tiene que robar por eso.

(Juanita Hernández Briceño; Lampazos)

Ta como cuando dicen que... que iban... o sea, se encontraron dos coyotes, ¿verdá? ¿No han oído esa plática? Se encontraron dos coyotes entre el monte. Se encontraron dos coyotes entre el monte y se preguntaron:

–¿Cómo te llamas tú?

–Pos coyote.

–¿Y tú?

–¡Pos otro!

–¡Ah chingas!, cómo, si también eres coyote.

–No, yo me llamo otro.

–¿Apuestas a que te llamas coyote?

–¡Apostamos a que no!

–Es más, vámonos por un camino para comprobarlo.

–Pero ¡vete tú adelante!

–Esperamos que pase... que pase alguien... que pase alguien por el camino, que venga alguien.

Allí iban caminando cuando se les atraviesa una persona y dice:

–¡Mira un coyote!

Luego, cuando ve al segundo, grita:

–¡Ira, otro!

–No te dije que me llamaba otro –dijo el segundo coyote.

(Juan López García; General Terán)


Oiga, la manteca del coyote era para untarse, la gente de antes tenía la creencia esa de untarse la manteca de coyote en las piernas. Hay coyotes muy flacos y hay coyotes muy gordos, entonces cuando mataban uno, la manteca la freían –como freír grasa de un marranito, ¿verdad? Por ejemplo, cuando a usted le dolían las piernas, le dolía un brazo o tenía una reuma, ¿verdad?, se usaba untarse la manteca de coyote. Las gentes de antes también tenían la creencia de quitarle la piel al coyote. Sí, le quitaban la piel al animalito. En ese entonces arreglaban el cuero con cáscara de encino, de un árbol que se llama encino. Lo curtían como... ¿ha visto usted algunas pieles curtidas, verdad? Bueno, así las preparaban. Luego las tendían en su cama, en donde usted dormía, eso era para que se le retirara a usted el reumatismo. Acostado usted en la piel del coyote se le quitaban esos achaques.

Ese es el fin de ese animalito, la creencia que tenía la gente.

Otra creencia de la gente surgía cuando los coyotes aullaban. Por ejemplo, aquí todavía, hasta ahorita, hay veces que se oyen aullar, aúllan como aúlla un perro. Sucede ¡hombre! pues que de pronto, ahí derecho, aúlla un coyote; luego, poco después, aúlla otro pa acá; y luego a poco otro pa allá. Cuando eso pasa dice uno “se va a venir el frío”. Si ya se oye gritar uno de esos animales, decimos “se va a venir el frío” o bien “va a cambiar el tiempo”.

Ellos, los coyotes, son muy ahuichotes, muy sabios. Aunque son animales... también tienen su manera de avisarse.

(Miguel Escobedo Puga; Iturbide)

Véase: Cacería, Diableros, Lobo, Nagualismo, Perro, Pinacate, Tamborazo, Zorra.

miércoles, 10 de septiembre de 2008

Cráneo.

En algunos ranchos ganaderos es costumbre colocar cráneos secos de toro o vaca en las cercas y entradas de las propiedades; asimismo, son señales de orientación campirana. En la ciudad lo utilizan para decorar hogares y negocios.


La calavera es tradición muy vieja, también decían que la calavera era de buena suerte; muchos la usan, yo he visto que las usan aquí las calaveritas chiquitas... Es buena suerte la calaca...

Y la calavera de toro es para identificar y juntar los animales; por ejemplo, hay gentes muy precavidas como los patrones que ¡si no nomás ponen una, ponen dos!, una en cada aguja del potrero. Esto es para identificar, ahí, que allí es rancho ganadero.

Hay veces que en los zaguanes ponen el nombre del rancho y... y ponen unas calaveras también... de vaca.

(Hipólito Reyna Sánchez; Linares)


El cráneo de toro lo cuelga uno, lo cuelga en el pico de un árbol. Algún hombre puede decir “voy a poner de seña esto, pa una vez que vuelva, si no la quitan de aquí, saber que voy bien, que no voy perdido”; así, son señales que ponen para que no se pierda la gente.

(Juan de la Rosa Sánchez; Linares)


Véase: Toro, Perro, León de la sierra.

viernes, 5 de septiembre de 2008

Cuervo (Corvus corax).

A semejanza de otras tradiciones (escandinava, altaico-siberiana, indígena norteamericana) este pájaro es considerado mensajero; si grazna frente al hogar es señal de muerte o malas noticias. En menor medida anuncia visitas o cartas. Algunos conciben que tiene la virtud de curar a quienes sufren convulsiones, siempre y cuando los enfermos coman alimento masticado por el ave. Otros conservan su denominación náhuatl al referir la existencia de un cuervo “cascalote”, vocablo que también ostentó una tribu seminómada del centro oriente de Nuevo León. Existen relatos en los cuales se explica el origen de su plumaje negro, y es considerado nagual de brujas.

Después del diluvio Dios mandó varios pájaros a que le llevaran los ojos de los muertos para comprobar que el mundo se había acabado; mandó al pauraque y al pitacoche. Ninguno cumplió bien su encargo.
Entonces mandó al chico, que es el zinzontle. Se vino el chico y regresó diciendo la misma cosa: “No pude traerme los ojos de los muertos”. Fue cuando mandó a cuervo. Al mandarlo, ése sí se aventó hasta mero abajo y tironió entre el lodo pa sacar los ojos. Finalmente los sacó de entre el lodo y se los llevó.
Entonces ya quedó como es el cuervo ahora, ¿verdá?, todo negro. No, porque eran blancos los cuervos; cuando nacen son blancos.
De esa forma comprobó Dios que el mundo se había acabado, porque le llevaron los ojos de los muertos que se habían quedado enterrados cuando el diluvio.

(Hilaria Alemán Ramos; Linares)

El cuervo, ése... Más antes, si usted criaba un cuervo, vamos a suponer, ése le hacía los mandaos, le llevaba un recado a cualquier hombre, a cualquier vecino ¡eh!, ¿y cómo sabía él?...
Sirve mucho un animalito de ésos, un cuervo; él le podía llevar los recaos. Le hacía uste un recao a un amigo y le decía al pájaro “¡ándele! se lo lleva a tal parte”, a cualquier lugar, a una casa, a la casa fulana. Entonces volaba el cuervo y aventaba el mensaje allí, en el patio.
Eso me lo platicaba mi abuelito y mucha gente dice que es cierto.

(Juan de la Rosa Sánchez; Linares)

Véase; Agüeros, Bruja, Nagualismo, Paloma, Pauraque, Petaca, Pitacoche.