miércoles, 15 de abril de 2009

Ánimas.


Es vasta la creencia sobre almas que vagan por el mundo material sin ya pertenecerle; se visualizan en forma corpórea, vestidas de blanco, ligadas a voces y ruidos. Las identifican con seres amados, muertes violentas, personas que en vida no alcanzaron a cumplir encomiendas y deseos (amores, venganzas). Si se trata de ánimas en pena, nuestra gente invoca su descanso mediante veladoras, rezos, misas y otros ritos, o satisfaciéndoles algún deseo póstumo. En casos extremos se hace necesaria la bendición y la presencia de un especialista religioso (sacerdote, curandero) para exiliarlas de “este mundo” o de un sitio en particular. Tienden a relacionarse con la señalización y protección de tesoros. Cuando son vistas por enfermos son signo de muerte.

Dicen que aquí andan las ánimas que no están juzgadas de Dios todavía, hasta el día del juicio final.

(Evangelina Sustaita; Hualahuises)

Por ahí dice una leyenda

que en el rancho de Canales
se aparecen tres mujeres
que en vida fueron rivales
se dieron de puñaladas
allá entre los mezquitales.

El causante de esas muertes
Santos Valdés se llamaba
a las tres por separado
les decía que las amaba
pero a ninguna quería
nada más las engañaba.


(Ramiro Cavazos; corrido “Las tres mujeres”)

Cuentan que se oye doblar la campana de aquella capilla y que las ánimas de los muertos, envueltos en jirones de sudarios, corren de un lado a otro, como si se tratara de una cacería, ya que los animalitos huyen espantados; los perros aúllan, las víboras dan horrorosos silbidos. Al otro día se ven sobre la tierra las huellas de los desencarnados pies de los esqueletos. Por eso en Linares, N. L., lo llaman “El cerro de las ánimas”.

(Julieta Pérez, “El cerro de las ánimas”, en Colectivo, Silueta de mi sombra, p. 82)

Aquí mucha gente platica haber visto personas que ya murieron, que andan en pena.
Platicaba... platicaba un tío mío que él una vez estuvo prisionero y lo metieron a una celda con muy mala fama: a quien metían en esa celda no amanecía...
Él dice que estando ahí, encerrado, sintió cuando le cayó una mano pesada en el estómago, una mano lo agarró al tiempo que escuchaba una voz: “Mira, yo vengo a esto... tengo prometida una manda: una promesa, una imagen, una misa... Si tú prometes decirme la misa te doy la... te van a dar la libertad rápidamente, pero ¡tienes que irme a dar la misa a ese lugar que te digo!”.
Mi tío se desertó de soldado y lo agarraron en Puebla; sin embargo, al otro día de su aprehensión no le hallaron causa y lo echaron pa fuera, le dieron libertad. Entonces, él lo primero que vino a hacer a San Luis fue decirle una misa a esa ánima, porque fue la que lo salvó.

(Efraín Segundo Rosales; Mier y Noriega)

Véase: Ánima de la Anacahuita, Ánima de la Pamita, Espantos, Espíritus, Judío errante, Muerte, Sombra.

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