jueves, 15 de enero de 2009

Cacería.

Es relativamente común la caza de animales como una forma complementaria de sustento alimenticio (venado, aves silvestres, tejón, rata del monte); para obtener instrumentos y productos (piel de víbora para cintos, concha de armadillo para colgar cosas); con propósitos mágico-decorativos (cola y pata de conejo, uña de león, colmillos de oso y jabalí); con intenciones comerciales (cueros de felinos y zorra); para usos terapéuticos (piel y grasa de coyote, cebo de tlacuache, huesitos de víbora de cascabel). En muchas comunidades rurales sacrifican animales salvajes por necesidad alimenticia. Cazar animales de manera exagerada propicia el encuentro con bestias cuya visión y gritos atemorizan a los monteadores. Tal es el caso de un venado al que no se puede matar, a veces identificado con el diablo.

Un buen cazador debe tomar en cuenta –entre otras– las siguientes circunstancias: época del año, dirección del viento, tipos de rastro y olor, lugares que frecuentan los animales, las características de los ojos del animal ante el reflejo de la luz, diversas técnicas como untarse hierbas, dar de comer a los perros trozos de corazón de venado, usar trampas de hierro, lazo y anzuelo. Naturalmente, existen muchas exageraciones y relatos jocosos vinculados a la práctica venatoria; por ejemplo, del norte al sur de la entidad es posible oír relatos acerca de cazadores ciegos que atinan a su presa apuntándole con el oído, o de otros que sujetando armadillos de la cola, son arrastrados cientos de kilómetros bajo tierra, finalizando su odisea con la muerte del animal, desbarrancado en las márgenes del río Bravo.

Es metáfora de emboscada, persecución y asesinato de personas.

A un tío mío lo mordió un oso, y entonces mataron al oso porque ya iba herido cuando lo mordió. Lo mataron y le quitaron los colmillos... y esos colmillos se los encargó un señor para hacer un llavero, como para un llavero.

(Refugio Flores Peña; Villa de Santiago)

Pos fíjese que en El Milagro no acostumbrábamos cazar; a duras penas, cuando mucho, un conejito, un conejo. Porque las liebres nunca las querían mis hermanos, las liebres no.

Y aquí, en Icamole, acostumbran comerse el tlacuache, el tejón, las liebres, las ratas; pero allá en El Milagro, mis hermanos no.

O sería que estábamos... por ejemplo, el río llevaba mucho pescado ¡bastante!, así es que iban y pescaban, sacaban las... de pescado ¡bastante!, y teníamos mucho cabrito, muchas gallinas; si por suerte se nos iba una vaca pa la vía y la mataba el tren, ¡pos ya nos la comíamos entre todos!

Y les digo, todo el ranchito comía, yo creo por eso era que casi no cazaban.

Cuando mucho, mucho que mataran, que agarraran en las trampas –cuando andaban con las trampas– en tiempo de frío, un conejo.

(Hipólita Coronado Rojas; Villa de García)

Ahí en La Chilosa hubo un... –el ojo de agua es La Chilosa– un venado que nadie lo dominó. Según dice la gente, ¿verdad?, y muchos, que nadie lo dominó; dicen que se venía caminando el venadito ¡grandote!, astas grandes.

Y entre más le tirabas [disparabas], más se acercaba, entre más le tirabas, más se acercaba, en la mera frente; y como te digo, buenos tiradores [cazadores].

Ésos no fallaban con una carabina treinta treinta, entre más le tiraban y le pegaban, más se acercaba. Y ahí viene y ahí viene, hasta que no había más que... lo veían que... los ojos, los ojos del venado, ¿verdad?, como que aventaban lumbre. Además sacaba la lengua así [gesto a manera de imitación], sacaba la lengua al tirador como saboreándose.

Y ya, por decir, a diez metros ¡otro disparo!; y ya no se acercaba el venado, nomás les sacaba la lengua el venado, ¡pero grande!, no creas que chiquillo ¡un venadote! Sacaba la lengua nada más...

Lo que dicen los buenos cazadores que hubo... que le miraban los ojos como brillosos y que... caminaba un poquito más, así, y se paraba otra vez. Y como la carabina treinta es de siete tiros dejaban uno pa... pa... ya mejor no le tiraban...

Bueno, y decían que era una protección de los animales, que eso era una protección de los animales que siempre habían matado. Porque los mataban encandilados con luz o cuando tenían que bajar al agua, eso es lo que decían.

Los mataban porque allí era... la gente cazaba de noche (...)

Y yo creo que ése podía ser... pos un apoyo para que ya no los cazaran de una forma tan inútil, ¿verdad? Porque los encandilan, los emboscan con ventaja cuando van al agua.

(Manuel López García; General Terán)

Véase: Armadillo, Cócono, Conejo, Coyote, Jabalí, León de la sierra, Lobo, Nagualismo, Oso, Pantera, Tejón, Tlacuache, Venado, Víbora, Zorra.

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