lunes, 5 de noviembre de 2007

Llorona.

La Llorona es un tipo de espanto difundido ampliamente en todo México y en el mundo. En Nuevo León la describen como una mujer vestida de blanco y de larga cabellera, que llora y grita en las noches por haber dado muerte a sus hijos. Nuestras madres narran que, en castigo a su crimen, Dios la envió a penar siguiendo el curso de las fuentes de agua –contracorriente– y que no logrará sosegar su espíritu hasta encontrar los cuerpos de sus pequeños. A veces la identifican con una lámpara o luz errante. Su clamor es concebido como augurio de muertes, enfermedades, lluvia, y su arquetipo aparece desde el extremo sur hasta el norte, incluyendo las comunidades de montaña y la zona metropolitana de Monterrey. Por ejemplo; en Mier y Noriega algunos aseguraron oír sus gritos durante un fuerte aguacero; en Lampazos de Naranjo un niño mexicoamericano dio fe de su presencia en las pláticas de los regadores que trabajan en los campos de cultivo estadounidenses; mientras que, en una adaptación al medio ambiente semidesértico, un anciano de Doctor Arroyo situó su figura alrededor de tanques de agua comunitarios.

Ahí en el Charco Largo decían que cada vez que estaba la atmósfera cargada y que quería llover, oían que lloraba, y ese llanto lo tenían algunos carreteros como símbolo de que iba a llover, de que se iba a crecer el arroyo que daba al Salto, el que viene de la fábrica. Nomás se oían esos ruidos de la llorona y anunciaban que iba a haber crecientes.

(Julia Sánchez Villarreal; Villa de Santiago)

Decían que cuando le bajaba bastante agua al río que salía, que venía la Llorona buscando al hijo, que buscando a los hijos, al hijo que había tirado al agua en una creciente, que se murió y que el Dios la convirtió... no la llevó al cielo, que la convirtió en puro espíritu de andar buscando y llorando.

(Teodoro Plata Mejorado; Hualahuises)

Los puso ahí en el mar, a esperarla, porque diosito...

Ella trabajaba y puso a sus hijos en el agua porque nadie se los quería cuidar; eran muchos niños y un día los dejó en el mar, pero cuando regresó ya no había nada de niños... desde esa vez ella se aparece en la oscuridad, en el sol no.

Haz de cuenta que a nosotros nos pegan en la noche y empezamos a llorar... entonces la Llorona oye y piensa que son sus hijos y empieza a llorar, y dice bien recio “¡Aay, mis hijos!”.

(Aleida Liset Villalobos Rodríguez; Iturbide)

Aquí ya no pasa nada, con decirle que ya hasta los espantos se acabaron. Antes la gente decía muchas cosas, y eran de verdad porque uno mismo veía luces y escuchaba ruidos de la noche. Una vez a mí me tocó oír a la Llorona. Ya andaban diciendo que pasaba por el río. Esa vez andaba en el molino de tiro, era invierno y soplaba el viento cuando oí el lloriqueo de la vieja ésa, nomás se me enchinó el pellejo del puro susto, y hasta los perros ladraban todos nerviosos, y mire que hasta la mula del molino brincaba. Pero todo se acabó, ahora ya tenemos luz, hay más bailes y televisión y la gente se acuesta tarde. Será que se acabaron los espíritus, quién sabe.

(Homero Adame; recreación literaria de una plática escuchada a un anciano de Linares)

Véase: Ánimas, Espíritus, Espantos, Luz errante.

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