lunes, 30 de junio de 2008

Diableros.

Personajes burlescos y desafiantes que parecen ser comunes en diversas regiones de América. Poseen la habilidad de mantenerse sin trabajar, hacer que una osamenta de toro se levante y “camine”, pueden estar en dos sitios a la vez, tornarse invisibles, manipular el fuego, matar a distancia con diversos trucos, dominar el ganado trazando círculos en la tierra, servirse de fetiches como monitos de tela que les cumplen sus deseos, y transfigurarse en animales (cócono, coyote, venado). Cambian la textura de ciertos objetos para su beneficio: cabrestos en víboras, hojas de árboles y guijarros en dinero. Son respetados por su experiencia y de algunos se rumora que tienen pacto con el diablo, sin embargo, no se les considera negativamente porque pueden desafiar o derrotar al ángel caído. Suelen morir de manera accidental o en medio de un gran dolor.


–¿Qué tan malo será el cristiano ese? A lo mejor son puros cuentos los milagros que le cuelgan.
–Qué cristiano ha de ser, si dicen qu'es diablero. Aseguran qu'el “malo” lo protege y un siñor qui aqui estuvo nos platicó que dizque trai una estampa del mesmo Satanás, grande, grande, ansí como d'este tamaño –y dejando de moler hacía el ademán con ambas manos para indicar el tamaño de poco más de un palmo–, es de fierro y cuando lo persiguen se la pone en el pecho y dizque no lo devisan los rurales.

(José Lobatón, El Gringo, p. 148)

Decía mi padre que en una ocasión se fueron a tallar lechuguilla, allá en la sierra (vivía en Cerros Blancos, aquí cerquita del ranchito), y encontraron unos huesos de animal tirados, ante los cuales comentó un señor:
–Si ese torito se levantara yo lo toreaba.
Y contestó otra persona:
–¿De veras lo toreabas?
–¡Sí lo toreo!
Y andaba con la oaxaca [cesto de ixtle] cargada y la mula, pero así, de repente, fue a dar el viejo a donde estaban los huesos, diciendo: “¡Levántate torito, levántate!”.
Y empezó a juntar los huesos, juntó la cabezota, asina, con el resto de la osamenta, ¡y que se va dando la parada un torón negro!
(Heriberto Estrada Rodríguez; Mier y Noriega)

Ese que se la hizo fue un tío de papá, el mismo que le hizo la del coyote...
O sea que llegaron a un arroyo, a un río, ¿verdad?, para bañarse, y ya sabían que venía el tío, venía el viejillo diablero, ¿verdá?, allá por el barranco, y comentaron
–¡Ahí viene el viejillo! ¡Háblenle para que nos haga una broma!
Entonces, cuando llegó le dijeron:
–¡Eh, eh, viejo diablero chingao, a ver qué... a ver haga algo aquí!
–A ver, voltéense todos pa allá –les ordenó.
Y ya todos le dieron la espalda unos momentos, unos entre el agua y otros acá, en la orilla. Luego les gritó:
–¡Ahora sí volteen!
–¡Nombre –cuenta papá– estaba un... pero coyotote atrás de nosotros! y... chingue su... ¡Todos nos metimos más pa dentro del agua! ¡Pero coyote! –dice.
El viejito no estaba ya, y en su lugar estaba un coyote, ¡pero coyote! sentado atrás de ellos.
Esa la platicaba papá y ¡pos ni modo de decir que no era una historia cierta!

(Juan López García; General Terán)



Véase: Coyote, Cócono, Diablo, Nagualismo, Libros de magia, Magia, Doce Verdades del Mundo, Monitos, Venado.

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