Abeja
Agapito Treviño
Agüeros
Águila
Alabado
Alabanza
Alicantre
Alma
Amuleto
Ánima de la Anacahuita
Ánima de la Pamita
Ánimas
Aquelarre
Armadillo
Astros
Augurios
Aura
Copla sagrada que en el ritual funerario tiene la misma función que el Alabado: evitar que el espíritu maligno se apropie del alma del difunto. También se entona por otros motivos: sortear la influencia de la mala hora (el diablo), e invocar lluvias. Alabados y Alabanzas se interpretan en comunidades de la zona centro-sur, y en áreas de montaña, aunque la segunda es más común en las fiestas patronales, procesiones y pastorelas, expresando un tono y sentido diferentes al funerario: de comunicación con la divinidad.
Las alabanzas eran tristes. Al oírlas, lloraba cualesquiera; los familiares con más ganas. Una de esas alabanzas decía:
Padrecito de mi vida
pues ya no me estén llorando
con verme aquí en este estado
la gloria me están quitando
la gloria me están quitando.
A los presentes y ausentes
que me están acompañando
en la gloria nos veremos
sólo Dios sabe hasta cuándo
sólo Dios sabe hasta cuándo.
(Lolo Calvo; Linares)
Adiós hija del padre
madre de mi hijo adiós
del Espíritu Santo
adiós, adiós, adiós.
Adiós reina del cielo
madre del Salvador
adiós ¡oh madre mía!
Adiós, adiós, adiós.
(Fragmento, Alabanza de la Sierra Madre Oriental; Iturbide)
Véase: Alabado, Curanderos, Magia, Mala hora, Muerte, Muerte-Ritos fúnebres, Procesión.
La memoria popular recuerda a hombres armados que robaban, traficaban y escondían su botín en lugares inhóspitos; por ejemplo, en cuevas, cimientos de construcciones abandonadas, túneles. Los bandidos aprovechaban su amplio conocimiento del ámbito rural y se beneficiaban de las revueltas sociales. Entre los más socorridos por la memoria colectiva están: Agapito Treviño “Caballo Blanco”, el huachichil Huajuco, el indio Pedro José, y el “Ojo de Vidrio”.
En el Cerro de la Tetías hay una cueva, según esto, de bandidos, ¿verdá?, de bandidos. Y contaban que esos bandidos querían... pos como que deseaban levantar una revolución o algo así.
Parece que eran bandidos de varias partes, ¿vedá? de varios estados. Éstos se empezaron a juntar y luego buscaron un escondite, ¿vedá? Porque ese cerro que les digo yo tenía una cierta entrada, a sus peñas, por abajo, ¿vedá? Ese era un lugar que los protegía a ellos, ya sea del tiempo o de sus enemigos.
(Susano Perales Hernández; Linares)
Dicen que era la casa de unos bandidos quienes iban y asaltaban el ferrocarril El Nacional, yo creo que cuando empezó ese tren. Dicen que mataban a todos los soldados y se venían corriendo de la estación vieja, luego se metían al río y ya no los encontraban. Los perseguían los soldados, pero al llegar al río se desaparecían por una entrada secreta.
(Álvaro Sepúlveda; Villa de García)
Véase: Agapito Treviño, Cueva, Huajuco, Pedro José, Tesoros, Túneles.
Las cartas son populares en nuestra comunidad, mas la práctica de su juego en exceso motiva que los jugadores sientan la presencia del diablo (o se sospeche un pacto de alguno de ellos con él). Jugar baraja especialmente después de la medianoche propicia la aparición del ángel caído o la de otros espantos.
Está extendida la creencia de que el presente y el futuro de una persona se cifran en los números y símbolos de los naipes; de ahí el afán popular por leer las cartas. La suerte cifrada en la baraja es concebida como metáfora del destino.
Una vez escuché una canción en Reynosa de la que ya no me acuerdo. Les he preguntado a varios, así, que saben de canciones viejas, y tampoco se acuerdan...
O sea que este cabrón estaba en la iglesia, en la misa, y todos tenían su librito, pero él tenía una baraja. Entonces el padre le preguntó por qué, que por qué tenía la baraja. Entonces él le explicó por qué ¡todo le explicó! Le dijo que cuando veía al rey ¡pos era Dios!, y que cuando salía la sota significaba otra cosa, ¡y todo lo demás! Le explicó el significado de cada carta.
Pero no me acuerdo bien de esa historia. Era una canción platicada que pasaban en el radio. Preguntando por ella una vez conocí a un pelado que también la oyó y me dijo unos pedacíos, pero no se la sabe tampoco toda...
La otra parte que recuerdo es que ese pelado que estaba en la iglesia con la baraja se encuentra de pronto al as ¡y se vuelve a acordar de Dios! O sea que todo lo que decía la Biblia él lo leía en la baraja. Todos estaban leyendo, todos estaban leyendo, ¿verdá?, mientras él taba pasando carta por carta, haga de cuenta un rosario, ¿verdá?
¡Pero nombre! No he vuelto a oír esa canción, tampoco la he podido hallar ¡pa saber ésas!
(Juan López García; General Terán)